Andrés de Urdaneta, descubridor del Tornaviaje

Intrépido navegante, profuso investigador y aguerrido guerrero. Desde que Andrés de Urdaneta pasase por las manos de Juan Sebastián Elcano, su vida se encaminó al peligro, la aventura y el incansable descubrimiento del Tornaviaje.

Un lobo de mar fogueado con el Primus circumdediste me; un genio de intachable preparación académica, para quien las letras y los cálculos pesaban tanto o más que empuñar un arma o embarcarse en un cascarón de madera rumbo al infinito; un aventurero que podía hacer gala de conocer de primera mano los secretos del Maluco, las Phelipinas y del indomable Mare Pacificum; un humilde ermitaño, descubridor del Tornaviaje y padre del Galeón Manila: fray Andrés de Urdaneta.

Rica cuna y rica juventud

Hijo legítimo de Johan Ochoa de Urdaneta y de Doña Gracia de Cerain, que Dios los tenga en su gloria. Así reza la partida de profesión agustina de Andrés de Urdaneta. ¿Cuál es el origen del navegante?

Urdaneta llegó al mundo entre finales de 1508 y principios de 1509 en una familia bien avenida. Johan o Juan, su padre, era alcalde de Villafranca de Ordicia (Guipúzcoa), una villa situada a las faldas del monte Txindoki, a orillas del río Oria. Gracia, su madre, provenía de la baja nobleza guipuzcoana y guardaba cierto parentesco con los Legazpi, quienes habían servido a la Corona en distintas campañas militares y desempeñando cargos menores de gobierno y administración. Esta notable posición social permitió que Andrés tuviera acceso a una buena educación, cosa que aprovechó con gran voracidad como muchacho curioso y despierto que era, llegando a destacar en estudios tan complejos como la astronomía, cosmografría o matemáticas, saberes muy prácticos para su posterior oficio.

Algunos autores se han aventurado a decir que es probable que el joven Andrés se enrolara en las filas del ejército imperial de Carlos V, llegando a alcanzar el rango de capitán. Es este el caso del militar e historiador Martín Fernández de Navarrete (1765-1844). Sin embargo, esta hipótesis parece poco probable, no le pudo dar tiempo, ya que en 1525, fecha en la que se embarcará en su primera aventura ultramarina, Urdaneta frisaba los 17 años.

Pupilo de Elcano. Nace el navegante.

Era mucho el futuro que Urdaneta tenía por delante. Un joven fresco, de buen origen y con estudios podía proyectar su vida por algunas de las posiciones más acomodadas que ofrecía la España de su tiempo. ¿Escribano público, notario, funcionario de algún consejo, de la Casa de la Contratación o de la Especiería? Demasiado aburrido para Andrés.

Por aquellas fechas no paraban de llegar nuevas gestas y hazañas de otros españoles allende de los mares: en el Nuevo Mundo, la conquista de México había hecho de Hernán Cortés el ejemplo a seguir por cualquier hidalgo del solar peninsular; en la Especiería, Juan Sebastián Elcano, tras ser la primera persona en dar la vuelta al mundo, era el gran héroe de la navegación. No es raro que, para Urdaneta, subir a una nave con destino a lejanas tierras por descubrir se convirtiera pronto en el único objetivo capaz de saciar sus ansias de aventuras (Antonio Mirá Toscano, Andrés de Urdaneta y el tornaviaje de Filipinas a Nueva España). Es por eso que el joven guipuzcoano decidió enrolase en la expedición de García Jofre de Loaisa a las Molucas.

Se trataba de la segunda expedición a la Especiería financiada por la Corona española, esta vez aprovechando el descubrimiento del Estrecho de Magallanes y siguiendo la misma ruta que dibujaron Elcano y el almirante portugués. El 24 de julio de 1525, la expedición zarpó desde el puerto de la Coruña. Estaba compuesta por 7 naos y 405 hombres. Urdaneta, de tan sólo 17 años, viajará a bordo en la nao Sancti Spiritus como contador, con él iba el manifico señor Sebastian del Cano. Se desconoce el trato que entrambos se dio, pero se supone que fue bueno y estrecho: un viejo lobo de mar harto experimentado y un marinero bisoño dispuesto a absorber como una esponja todos y cada uno de los consejos que se le prestasen.

El 5 de septiembre de 1526 la expedición llegará a las Marianas, de las que Urdaneta guardará agrio recuerdo porque sus habitantes adoraban las cabezas de sus padres y sus abuelos. Finalmente, en octubre, tras hacer escala en Mindanao (Filipinas), llegarán a las ansiadas Molucas. Había pasado más de un año desde que partieron de España y tan sólo conservaban la nao capitana, la Santa María de la Victoria. Por el camino se perdieron centenares de vidas, entre ellas la del insigne Juan Sebastián Elcano y el propio Jofre de Loaisa. Muy pocos fueron los afortunados que sobrevivieron a los estragos del Pacífico.

Superviviente en las Molucas y vuelta a España.

Urdaneta fue uno de los pocos supervivientes de la expedición de Loaisa. Durante casi una década recorrerá junto a sus compañeros todas las islas del Maluco, bien resistiendo a los portugueses, defendiéndose de los naturales o peleando al servicio de ambos. El vasco dará buena cuenta de su ardor guerrero y talante diplomático, granjeándose gran notoriedad y asumiendo cargos y responsabilidades de mayor relevancia. Así mismo, aprovechará para explorar cada rincón del archipiélago, haciendo acopio de la sabiduría de los navegantes nativos y diseñando nuevos y ambiciosos estudios cosmográficos. Merced a esta profusa investigación, es muy probable que Urdaneta ya acertara a apuntar que era posible cruzar el Pacífico de oeste a este sin seguir los desastrosos derroteros ciegos que habían conducido a tantos marinos españoles a los senos de Neptuno.

El 12 de enero de 1536, Urdaneta y algunos de sus compañeros ponen rumbo a su anhelada España. Un viaje duro, porque como reconoció, tenía miedo de que en el mar nos matasen por ponçoña a todos juntos. Sin embargo, a sus 28 años, Urdaneta era perro viejo y como tal supo guardarse hasta su llegada a Lisboa el 26 de junio. Era la segunda vez en la historia que alguien daba la vuelta al mundo, pero a diferencia de su mentor Elcano, Andrés había tardado 11 años. Traía consigo una hija de 5 años y un riquísimo haber documental que habrá de dejar forzosamente en Portugal.

Al tiempo de desembarcar me tomaron las guardas del Rey de Portugal la relaçion y la carta que traya para Vuestra Magestad y asy mysmo me tomaron libro de la contaduría de la nao capitana y las derrotas… y otros papeles de escreturas

Andrés de Urdaneta. Relaciones y derrotero.

El navegante vasco huirá del país luso, según él, yendo fuera del Camyno Real porque supe que el Rey de Portugal abía mandado a por mi a Lisboa. Se dirigirá a Valladolid, donde, en ausencia de Carlos I, lo recibirá el Consejo de Indias. Ante los altos funcionarios de ultramar, Urdaneta dará cuenta de los azares de su desventura, así como de la idea de un tornaviaje efectivo y factible. El Consejo lo recompensará con 20 ducados, a los que se sumaron otros 48 tocantes a la paga pendiente de adeudar por su participación en la expedición de Loaisa.

Urdaneta en la Nueva España.

Fue en estas vistas en España cuando probablemente Urdaneta conoció a Pedro de Alvarado, quien fuera capitán de Hernán Cortés y ahora ostentaba el cargo de gobernador y capitán general de Guatemala. Éste había llegado a la Península para rendir cuentas de sus actuaciones ante las autoridades metropolitanas y, gracias a un permiso concedido en 1532 por la reina doña Juana que le autorizaba descubrir los secretos de la mar del Sur, planeaba una expedición al Pacífico. Alvarado pronto advertirá que no se encontraba ante un marino al uso y convencerá a Urdaneta de participar en esta aventura, asegurándole que velaría porque en él se llevase a cabo su tornaviaje. A finales de octubre de 1538, Andrés de Urdaneta zarpaba junto a Alvarado rumbo a la Nueva España.

Era persona de buen entendimiento, […] porque este capitán, demás de entender muy bien el arte de la mar e las alturas, hablaba bien; y como sabio daba a entender qué cosas con aquellas tierras e islas e Especiería, e lo que vido en aquellos años o tiempo que por allá anduvo. E sin dubda, de su experiencia e persona se cree que el Emperador ha de ser muy servido.

Gonzalo Fernández de Oviedo sobre Urdaneta.

Alvarado llevaba consigo toda una joya de la navegación que apenas pudo disfrutar. En el año 1541 estalló una insurrección en Nueva Galicia y el virrey Antonio de Mendoza solicitó a Alvarado su ayuda para pacificar aquella región. El pacense no volverá a verse con Urdaneta, morirá arrollado por el caballo de un compañero. Resignado, pero convencido de que el Nuevo Mundo podía ofrecerle una prosperidad jamás soñada en la Península, Urdaneta se asentará en la Nueva España participando en la pacificación de pueblos indígenas y desempeñando ciertos cargos de calidad como el de corregidor y el de visitador.

Un viejo fraile de mar.

Fruto del cansancio, la edad o quizás del arrepentimiento por acciones pasadas, en 1552, con apenas 45 años, el vasco decidió renunciar a todo y entró en el convento de los Padres Agustinos de la ciudad de México. Para el 20 de marzo del año siguiente tomará los votos de la orden de los ermitaños y en 1558, un año después de ser ordenado sacerdote, será nombrado maestro de novicios. Durante todo este tiempo jamás abandonó su pasión náutica, pues no con una nao, sino hasta con una carreta podría navegar hasta poniente yo, decía revisando una y otra vez las cartas de marear que siempre lo acompañaron, mientras ajustaba y precisaba los cálculos de aquel hipotético tornaviaje que nunca llegaba.

Desconozco si el fraile rezó a Dios por ver cumplido su sueño antes de morir, pero lo cierto es que la Providencia bien pudiera haber querido darle una última gran satisfacción en los últimos años de su vida. En 1559, Luis de Velasco, segundo virrey de Nueva España, planificó una expedición a las Filipinas para comenzar a poblarlas, cosa que, desde hacía tiempo, venía demandando Felipe II. A este objetivo se le sumará otro, si cabe, más importante, y es que el monarca llegará a expresar que lo principal en esta jornada se pretende es saber la vuelta. ¿El motivo de este interés? La profesora Montserrat León Guerrero apunta muy acertadamente que el descubrimiento de importantes yacimientos argentíferos en tierras americanas facilitaría un lucrativo y rápido comercio directo en el que la plata americana proporcionaría a precios bajos los productos asiáticos (Mª Montserrat León Guerrero, El gran logro descubridor del reinado de Felipe II). El monarca enviará un real despacho a Urdaneta el 24 de septiembre de 1559, agradeciéndole los servicios prestados a la Corona y rogándole su embarque en la expedición por no disponer de hombre más adecuado, porque sería de buen efecto que vos fuésedes en los dichos navíos. Urdaneta, con sosegada euforia y cumplida humildad, responderá besando los reales pies del monarca y agradeciéndole dicha oportunidad:

Segund mi edad, que pasa de cincuenta y dos años y la falta de salud que de presente tengo y los muchos trabajos que desde mi mocedad e pasado, estaba necesitado de pasar lo poco que me resta de vivir en quietud, pero considerando el gran celo de V.M… me he dispuesto para los trabajos desta jornada.

Respuesta de Andrés de Urdaneta a Felipe II

Ida a las Filipinas y hallazgo del Tornaviaje.

El achacoso fraile requerirá al virrey una comisión de expertos de la que él llevará la voz cantante para planificar tan osada aventura. Se acordó, pues, que participarían 5 naos con abundante fardaje y una tripulación de 380 hombres. A la cabeza de la armada, por petición expresa de Urdaneta, el insigne Miguel López de Legazpi -pariente suyo-. El Adelantado no era marino y apenas sabía de navegación lo que había experimentado como pasajero en su viaje a Nueva España, pero era hombre viejo, rondaba los 60 años y tenía fama de prudente, sobrio y honrado.

La expedición zarpó del puerto de Navidad (Jalisco) el 21 de noviembre de 1564 y el viaje se desarrolló sin aparente problema, salvo por las continuadas discusiones de Urdaneta con los pilotos de la flota, que tomaban por absurdos sus cálculos y planes para la vuelta a Nueva España. El 13 de febrero de 1565 la armada arriba a Filipinas. La tripulación entablará amistad con los nativos y reconocerá el terreno en busca de un buen lugar de asiento. Legazpi se decantará por Cebú, donde, tras firmar un pacto de sangre con el jefe local, fundará la villa de San Miguel el 8 de mayo.

Cumplida la parte fundacional, llegaba la hora de la verdad para frey Andrés de Urdaneta. Legazpi confiaba ciegamente en quien lo había elegido para el puesto que ahora ostentaba, tanto que, para su vuelta a Nueva España, le proporcionó 200 hombres, incluido su nieto Felipe de Salcedo, y la mejor nao de la que disponía, la San Pedro, la capitana. Zarparon el primer día de junio de 1565. Nadie sabía qué esperar, ninguna otra expedición había conseguido navegar con éxito el océano Pacífico de poniente a levante, pero Urdaneta estaba muy seguro de sí mismo, había dedicado toda una vida al estudio y desciframiento de aquella ruta. Siguió sus cálculos al pie de la letra, saliendo del laberinto del archipiélago filipino y gobernando siempre la nave en dirección nordeste hasta llegar a los 39º 30′, momento en el que quedará fuera del impulso de los alisios y, para admiración de los pilotos, se dejará arrastrar hacia el este por los contralisios y la corriente del Kuro-Shivo. El 18 de septiembre la San Pedro divisa la isla Deseada en las cercanías de California, era la primera vez que alguien completaba una travesía de este a oeste en el océano Pacífico. Cabotarán la costa en dirección sureste hasta llegar, finalmente, al puerto de Acapulco el 8 de octubre de 1565. Habían pasado 130 días desde su partida de Cebú y, salvo la muerte de 16 marineros, el viaje se había realizado sin ningún contratiempo.

El nacimiento del Galeón Manila

Andrés de Urdaneta estaba en lo cierto, era posible cruzar el Pacífico de oeste a este por una ruta transitable. Recibido con todos los honores por la Real Audiencia de Nueva España, pronto embarcará con destino a la Península para dar cuenta de su proeza. En abril de 1566 llegará a Valladolid, donde Felipe II en persona lo escuchará con gran atención y agradecerá sus servicios. Rápidamente será puesto en contacto con la junta de cosmógrafos, a quienes dará sus cartas de marear, diarios de navegación y relaciones para actualizar los mapas y dejar grabada una nueva ruta exclusiva de la Monarquía Española que, a partir de ese momento, prácticamente monopolizará el comercio entre Asia y América.

El Tornaviaje, el gran logro descubridor del reinado de Felipe II, significará el nacimiento del Galeón Manila, la primera ruta que conectará América con Asia de forma inversa y directa, una travesía transitada durante más de 200 años que hizo posible el intercambio de los metales preciosos del Nuevo Mundo con los exóticos productos de Oriente. Urdaneta, de 60 años, morirá el 3 de junio de 1568 en la ciudad de México. El fraile no podrá contemplar ni admirar el zénit de su obra, pero legará a la posteridad la verdadera ruta de diálogo entre dos mundos; ruta de intercambio y encuentro entre pueblos, razas, culturas y religiones de Oriente y Occidente (Blas Sierra de la Calle, La Ruta de Urdaneta).

Bibliografía:

Leandro Rodríguez, Derroteros y Tornaviaje de Andrés de Urdaneta. Estudios agustinianos nº45.

Mª Montserrat León Guerrero, El gran logro descubridor del reinado de Felipe II.

José Manuel Pereira Fernández, Andrés de Urdaneta: «In memoriam» en el quinto centenario de su nacimiento. Revista de Historia Naval nº102.

Antonio Mirá Toscano, Andrés de Urdaneta y el tornaviaje de Filipinas a Nueva España. Revista de Historia Naval nº121.

Blas Sierra de la Calle, La Ruta de Urdaneta.

Andrés de Urdaneta, Relación y derroteros.

Real despacho de Felipe II a Andrés de Urdaneta (24-09-1559).

Scroll al inicio