Tarkovski | Entre la vida y el arte

En el arte, que muy esporádicamente busca explicar los fenómenos, experimentar consiste en intentar el trastoque de las técnicas. Una industria vuelve confuso el hecho de reconocer qué pertenece a quién y cómo criticar según la búsqueda de lo novedoso. Por otra parte, al menos por generalidad, oculta la fidelidad de las pruebas; entran al acumulado diseñadores, fotógrafos, artistas plásticos y hasta aficionados.

Adelante.

Así como el adagio y el refrán cumplen la función social de resanar un tanto la moral, dirigiéndola; el bagaje visual anima la aspiración estética.

De la relación entre espacio y pensamiento, los rusos entendieron el cine como un enlace: la disposición de las imágenes, determinante de las sensaciones internas del espectador.

Transparente para una cámara, el mundo solo podía ser base del naturalismo documental; la adaptación literaria y el efecto especial, primer alba de un enredo: fuerte por la novedad material, débil al permanecer en el gusto.

El optimismo científico de los rusos al analizar el cine, el prólogo de la obra de Tarkovski, se nos muestra prefacio irónico del autor de Nostalgia, el giro de la insurrección social al recogimiento de la soledad completa el caudal, el tiempo que hincha al plano, y que hace flotar al espectador en tanto, da muelle a la conclusión: el montaje también pertenece a la duración de las partes.

Otra nota dentro de la melodía crítica, que fue núcleo y revés de la centuria pasada, Tarkovski perfiló los distintos panoramas de Rusia dentro de su obra, una voluntad que dista mucho de la reconstrucción por encargo de uno u otro político. En consonancia con su exilio, Tarkovski pensó y meditó Rusia, no la vivió. Por eso, la inclinación de sus películas no es oficiosa, procura en cambio retratar en cada escenario —ya histórico como en Andrei Rublev, ya con las técnicas tradicionales del drama como en Sacrificio— una metáfora de la tensión entre las entrañas culturales y la vida de los hombres, cuestionada por su quehacer introspectivo.

Los jueces del arte, ahora con más trabajo que nunca, se han enfrascado recién en una contienda por declarar la constancia una virtud inasequible o a ciertos chispazos creativos el alumbramiento de la genuina medida humana.

Como si el arte alguna vez no hubiera sido simplemente lo que hacen los artistas.

Tarkovski en el abandono de sus personajes expone una evidencia similar, en nosotros no predomina el esquema y el cálculo, la vida ahoga de observaciones.

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