• Título: Creepy | Kuripi, itsuwari no rinjin
  • Director: Kiyoshi Kurosawa
  • Nota: ★★★★½ (sobre 5)

Luego de haber sido herido en el cumplimiento del deber el detective Takakura se muda a un nuevo vecindario junto a su esposa Yasuko. La pareja se presenta a los vecinos y conoce a un extraño individuo llamado Nishino.

Toda la primera parte del film nos muestra un clásico ejemplo de historia detectivesca; Takakura, ya retirado de la fuerza policial, se topa con un caso de personas desaparecidas e investiga, sigue pistas, entrevista testigos, al mismo tiempo que conversa con viejos colegas, vuelve cansado a casa, come con su mujer.

Es una vida promedio, normal, llena de pequeñas convenciones sociales. De a poco las piezas del rompecabezas comienzan a encajar –pero las coincidencias que nos depara la trama son demasiado asombrosas como para ser creíbles.

Un punto, sin embargo, salva a la película del fracaso y la eleva por encima del promedio de la cinematografía actual: en cierto momento el universo cotidiano que el director ha creado es deliberada y exitosamente destruido por una serie de chocantes revelaciones, imágenes poderosas y situaciones humanas que incluso nos recuerdan a “Blue Velvet” de David Lynch.

Lo grotesco, lo impensable, lo obsceno –así como así, salidos de la nada– se instauran en la estética del filme y reemplazan a las escenas de familias cenando y perros que corren por el parque.

La resolución, el momento final del film, nos brinda una excelente interpretación dramática de la protagonista femenina. Ampliamente recomendada.

Lo mejor: recomiendo prestar atención al personaje de Nishino.

Lo peor: las mencionadas coincidencias en la trama.

Artículo anteriorLa diferencia entre “incipiente” e “insipiente”
Artículo siguienteConversaciones entre un creyente y un ateo
Julio Olivier
Julio Oliver nació allá por los maravillosos, turbulentos, decadentes años ’60 en Montevideo, Uruguay. Creció leyendo “La Odisea”, “Moby Dick” y “Robinson Crusoe” mientras los otros niños jugaban al fútbol, y yendo al cine las tardes de domingo. A los treinta años decidió ver mundo y por una década se transformó en un expatriado, viendo urbes y montañas y hablando con gente de todas partes del globo en cuatro idiomas diferentes. Ahora vive en su ciudad natal, cerca de la bahía que suele ver mientras contempla el ocaso. Tiene estudios universitarios. Es, ya en su edad madura, un hombre más bien callado y tranquilo. En su muro de Facebook podrás leer más reseñas del autor.