El Papa Luna y la expresión «mantenerse en sus trece»

El origen de la expresión ‘mantenerse en sus trece‘ posiblemente se deba a la terquedad de Benedicto XIII, también conocido el Papa Luna. Este personaje había sido papa en su sede de Aviñón durante el Cisma de Occidente (1378-1417). Incapaz de renunciar a su cargo, se retiró al castillo templario de Peñíscola (Castellón) bajo la protección de Alfonso V de Aragón donde murió en 1423 a la avanzada edad de 94 años.

Retrato del Papa Luna

Origen y formación

Pedro Martínez de Luna y Pérez de Gotor nació en la localidad de Illueca (Zaragoza) el 25 de noviembre de 1328. Miembro de la familia Luna, emparentada con la casa real de Pamplona y la del reino de Aragón, inició su carrera como militar, algo bastante típico en los segundones de las casas nobiliarias. Posteriormente, se pasó a la Iglesia, donde alcanzaría sus mayores logros por los cuales pasaría a la historia. Estudió leyes en la universidad de Montpellier, en la que llegó a ser profesor de Derecho Canónico. En 1375, fue nombrado cardenal por el papa Gregorio XI, en parte debido a los diferentes cargos eclesiásticos que habían ostentado diferentes miembros de la familia Luna. Pedro pasó a formar parte de la Curia Pontificia ejerciendo como juez comisario durante los últimos años del papado de Aviñón (1309-1377). En el año 1377, Pedro acompañó a Gregorio XI en viaje de regreso a Roma.

Cónclave de 1378 y división de la Iglesia

En 1378, falleció Gregorio IX por lo que el cónclave, en el que se encontraba Pedro de Luna, se reunió para elegir a su sucesor. Con el fin de evitar la elección de un nuevo papa francés, el cónclave se decantó por Bartolomeo Prignano, arzobispo de Bari, que tomó el nombre de Urbano VI. No obstante, esta elección resultó algo problemática para los intereses de la Iglesia. Entre otros asuntos, Urbano VI reprochó a los cardenales su vida licenciosa a la vez que se entrometía en la vida política de los reinos vecinos poniendo en peligro la propia existencia de los Estados Pontificios. Por ello, en verano de 1378 la mayoría de cardenales de la Curia se reunió en Anagni, cerca de Roma, para declarar nula la elección de Urbano VI. En su lugar, se optó por el francés Roberto de Ginebra, que pasó a ser Clemente VII. Como era de esperar, a Urbano VI no le pareció tan buena idea su reemplazo, negándose en rotundo a dejar su cargo. Esto daría lugar a una nueva división en el seno de la Iglesia que se prolongaría durante cuarenta años: el llamado Cisma de Occidente, con un papa en Roma y un ‘antipapa’ en Aviñón.

Papado como Benedicto XIII

En aquel período, Europa se encontraba dividida entre los estados que reconocían como legítimo pontífice a Clemente VII y los que hicieron lo propio con Urbano VI. De hecho, algunos reyes se pasaron de un bando a otro según mejor convenía a sus intereses. La situación era tan inverosímil que ambos pontífices incluso se llegaron a excomulgar mutuamente, por lo que a efectos prácticos toda la cristiandad estaba excomulgada. La controvertida elección de Clemente VII era inválida según el Derecho Canónico, por el que éste era considerado como un ‘antipapa‘. De hecho el propio nombre de Clemente VII estaba en teoría libre, por lo que sería adoptado más tarde por Julio de Médici en 1523. Pedro de Luna se convirtió en uno de los hombres de mayor confianza del antipapa Clemente VII durante su prolongado pontificado. Por esta razón, Pedro de Luna fue elegido como su sucesor en 1394 por una mayoría aplastante (20 votos de 21) con el nombre de Benedicto XIII. No obstante, al igual que ocurriera con su predecesor, Benedicto XIII fue considerado en su época como un antipapa, si bien en tiempos más recientes se ha presentado una iniciativa por parte de obispos españoles para su posible rehabilitación.

Monumento a Benedicto XIII en Peñíscola. Foto de National Geographic

El pontificado de Benedicto XIII no empezó con buen pie. A Francia le había resultado muy útil apoyar a los antipapas franceses con el objetivo de sacar redito político. Sin embargo, Benedicto XIII era de origen aragonés y no tenía la más mínima intención de dejarse manipular por un gobernante real. Por esta razón, en 1398 Francia retiró su apoyo tanto político como financiero a Benedicto XIII con el fin de que renunciase a su cargo, sin demasiado resultado. Para ejercer todavía mayor presión, se llevó a cabo un bloqueo militar sobre la sede papal en Aviñón. Pero Benedicto XIII no se daba por vencido tan fácilmente. En 1403, logró escapar y huir hacia Nápoles. Pero a pesar de esta hazaña, Benedicto XIII disponía de pocos apoyos pues los cardenales franceses le habían abandonado así como algunos reinos aliados. Tan solo retuvo el apoyo de cinco cardenales y de la Corona de Aragón, Castilla, Navarra, Escocia y Sicilia. Los posteriores acontecimientos se complicaron todavía más con la elección de Alejandro V en 1409 como nuevo papa por el Concilio de Pisa junto con la destitución de Gregorio XII (el oficial) y de Benedicto XIII (el antipapa). Pero ninguno de estos dos personajes se resignó a dejar su cargo.

Si la presencia de dos pontífices ya resultaba un auténtico quebradero de cabeza para la Iglesia, en un determinado momento hubo nada más y nada menos que tres papas a la vez: Alejandro V, Gregorio XII y Benedicto XIII. Para solucionar esta extraña situación de una vez por todas, el rey de Hungría y Croacia Segismundo, elegido rey de los Romanos, decidió tomar cartas en el asunto. Con este propósito convocó el Concilio de Constanza en 1413. Dicho concilio se prolongó durante cuatro años (1414-1418), durante los cuales se debatió la reunificación de la Iglesia. A su vez, se ratificó la destitución de Benedicto XIII y de Juan XXIII (sucesor de Alejandro V), que fueron declarados como herejes. Gregorio XII renunció de su cargo y Martín V fue proclamado como papa único para respiro de toda la cristiandad. Pero de nuevo, Benedicto XIII se resistió a este veredicto tan injusto según su opinión. Para entonces, el irredento antipapa ya no contaba prácticamente con nadie. Alfonso V de Aragón le puso bajo su protección por la enorme influencia que le suponía para sus dominios la poderosa familia Luna. El rey aragonés le cedió el castillo de Peñíscola, antigua fortaleza de la Orden del Templo en el reino de Valencia, donde incluso dispuso de su propia corte papal, ya meramente simbólica. Finalmente, el legendario antipapa murió a la avanzada edad de 94 años en el castillo de Peñíscola. Siempre fiel a sus pretensiones y principios, Benedicto XIII se ‘mantuvo en sus trece’ hasta el final de sus días.

Castillo de Peñíscola. Foto de Castillos y fortalezas de España

Bibliografía:

De Medici, A. ‘Benedicto XIII, el papa que se mantuvo en sus trece’. Historia National Geographic. https://historia.nationalgeographic.com.es/a/benedicto-xiii-papa-que-se-mantuvo-sus-trece_16740

Enguix, S. (2020). ‘El aragonés rebelde que se enfrentó a la Iglesia’. Lavanguardia. https://www.lavanguardia.com/historiayvida/edad-media/20200502/48814870445/papa-luna-peniscola-cisma.html

Fernández, S. L. (2002). Benedicto XIII ¿Antipapa o Papa? 1328 – 1423. Ariel

Foto de portada del National Geographic

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