La isla de Pascua, también conocida como Rapa Nui, es una isla perteneciente a Chile, ubicada en la Polinesia (Océano Pacífico). Los imponentes moáis que pueblan sus alrededores la convierten en un excelente atractivo turístico para los más curiosos. Pero, ¿qué misterios se esconden en este enclave tan remoto de la civilización?

Mapa topográfico de la isla de Pascua o Rapa Nui

Ubicación y características

Este territorio insular de origen volcánico de unos 163’6 km2 constituye uno de los lugares más remotos habitados por el ser humano. La costa más próxima se encuentra a más de 3.700 kilómetros hacia el este, en Chile, y el lugar habitado más próximo se sitúa a casi 2.100 kilómetros al oeste, las islas Pitcairn de Polinesia. Su capital y único núcleo habitado de importancia es la localidad de Hanga Roa, ubicada en su extremo occidental.

Dadas las extraordinarias distancias que se han de recorrer para acceder a este emplazamiento tan singular, cabría pensar que no existió presencia humana hasta tiempos muy recientes. No obstante, en este enigmática isla habitó antaño una civilización cuyo testimonio más visible se halla en los cientos de estatuas llamadas moáis que se pueden encontrar repartidas por sus rincones. Todavía se desconocen los motivos que llevaron al colapso de este grupo humano, aunque existen algunas hipótesis al respecto.

Imagen de Ahu Akivi, uno de los grupos de moáis más significativos

Auge y declive de la isla de Pascua

La expansión ultramarina polinesia desde Asia hasta los confines del Océano Pacífico empezó desde tiempos muy antiguos. Hacia el 1200 a.C. los polinesios habían alcanzado casi todos los puntos habitables del Pacífico cuyos vértices eran las islas Hawái, Nueva Zelanda y la propia isla de Pascua. En el pasado, era común pensar por parte de los historiadores que los diferentes archipiélagos en el vasto océano Pacífico fueron descubiertos por causalidad, si bien la navegación polinesia estaba meticulosamente planeada, en dirección oeste-este, paradójicamente contraria a las corrientes y vientos dominantes.

En torno al 600-800 a.C., las islas Cook, las islas Sociedad y las islas Marquesas fueron colonizadas por los polinesios y constituyeron el punto de partida para la exploración del resto de enclaves aún más distantes. El último archipiélago, Nueva Zelanda, fue ocupado en torno al año 1200 d.C. Pero, ¿cómo se pudo llegar hasta la remota isla de Pascua? Los habitantes de la isla de Pascua eran polinesios procedentes de Oceanía, posiblemente de las islas Marquesas. Se cree estos primeros pobladores partieron desde las islas Mangareva, Pitcairn y Henderson, situadas a medio camino entre las Marquesas y la isla de Pascua.

No se sabe el momento exacto en que la isla de Pascua fue colonizada por primera vez. Según la tradición oral de sus antiguos pobladores, un gran jefe llamado Hotu Matúa alcanzó este remoto enclave acompañado de su clan familiar. La fecha más fiable que se maneja se sitúa en torno al 900 d.C. a partir de las dataciones de radiocarbono realizadas por los paleontólogos David Steadman y los arqueólogos Claudio Cristino y Patricia Vargas. Antes de la llegada de los europeos los principales cultivos de la isla eran el plátano, el taro, la batata, la caña de azúcar, la morera de papel y el único animal domesticado era el pollo. La ausencia de arrecifes de coral implicaba un menor aporte de pescado y marisco que en otras poblaciones isleñas del Pacífico.

Moáis en el cono volcánico Rano Raraku

La población total de Pascua en su momento de apogeo también es motivo de especulación, situándose entre los 6.000 y los 30.000 habitantes. La sociedad tradicional de la isla se dividía en jefes y aldeanos. El territorio se hallaba repartido en torno a los diferentes clanes (unos once o doce), cada uno de los cuales tenía su propio jefe, el cual competía contra los demás por elevar la mayor cantidad posible de estatuas llamadas moáis a través de unas plataformas de piedra hechas para tal efecto (ahu). El cráter de Rano Raraku era la mejor cantera de piedra de toda la isla para tallar estas imponentes estatuas. En dicha cantera se han encontrado numerosos ejemplares a medio terminar y otros que fueron dañados a propósito. Es de destacar que estas creaciones no miraban al mar como se suele pensar, sino hacia el interior del territorio perteneciente a cada clan.

La mayoría de los moáis presenta una altura de entre 4’5 y 6 m, aunque existen algunos casos que superan los 21 m de altura, y un peso aproximado que varía entre las 10 y las 270 toneladas. El período de construcción de estas enigmáticas estructuras se sitúa entre los años 1000 y 1600 aproximadamente, avalado por las investigaciones del equipo de J. Warren Beck. Debido a su remota ubicación, los habitantes de Pascua se hallaban totalmente aislados de otras poblaciones del Pacífico lo que se tradujo en una mayor integración comunal y a su vez en una mayor competición en tallar las estatuas más altas como símbolo de grandeza y prestigio frente a sus rivales. Sin embargo, este hecho conllevó una mayor deforestación de la isla y la sobreexplotación de sus recursos que resultó en una auténtica catástrofe.

Este proceso de desaparición de la superficie arbolada comenzó en torno al año 900 y quedó completado antes de la llegada de los europeos. Su punto culminante se alcanzó alrededor del 1400. A pesar de ello, se siguió deforestando la isla en los siguientes siglos hasta acabar con prácticamente todas las especies existentes. Hacia 1640, el carbón vegetal de la isla procedía mayormente de hierbas y pastos ante la escasez cada vez más acuciante de árboles. Sin el sostén de la vegetación, el hábitat de la isla quedó seriamente dañado. Numerosas especies animales como algunas aves marinas desaparecieron a raíz de esta pérdida irremediable, al no poder anidar de forma adecuada.

Las dramáticas consecuencias para la población fueron la pérdida de materias primas, la disminución del rendimiento agrícola y la merma en la obtención de frutos silvestres. La escasez de madera provocó la imposibilidad de continuar con las prácticas de transporte y erección de estatuas. Pero lo más grave de esta situación fue la incapacidad de construir canoas que permitieran adentrarse mar adentro y obtener recursos adicionales. Al haber quedado tan aislados de otras poblaciones del Pacífico, los isleños de Pascua no tenían posibilidades de ir en busca de ayuda externa. Por esta razón, se produjo un descenso drástico de la población como consecuencia del hambre y se hubo de recurrir al canibalismo en algunos casos. La tragedia asomaba en el horizonte.

En el año 1680 la clase dirigente quedó derrocada a causa de sus promesas incumplidas y de las condiciones de vida de sus súbditos. De igual manera, la antigua religión demostró su invalidez ante el desastre medioambiental provocado por el agotamiento de los recursos de la isla. La última estatua había sido erigida alrededor del año 1620. Posteriormente, se produjo una destrucción total o parcial de muchas de las estatuas ya erigidas como respuesta a la hostilidad hacia los gobernantes. Según los datos aportados por diversas investigaciones modernas, el colapso de la sociedad de la isla de Pascua vino poco después de alcanzar su pico de población y la masiva construcción de monumentos cuando el deterioro de su entorno natural ya era más que palpable.

Es de destacar que fueron los propios isleños y no elementos externos, los que se encargaron de destruir la obra de sus antepasados en un arrebato de ira colectiva, a pesar de los enormes esfuerzos que supuso llevarla a cabo. Los supervivientes restantes trataron de adaptarse lo mejor que pudieron a las nuevas circunstancias. A pesar del abandono de las antiguas tradiciones de erección de estatuas, un nuevo culto surgió en torno al dios Makemake cuyo clímax quedaba representado en la ceremonia del “hombre pájaro del año“. En esta peculiar celebración, se debía atravesar a nado una distancia de kilómetro y medio en una zona infestada de tiburones para traer intacto el primer huevo de una especie de ave que anidaba en un islote cercano a Pascua. La última ceremonia realizada en torno a este culto data de 1867.

Contacto con los europeos e historia posterior

El explorador holandés Jacob Roggeveen fue el primer europeo documentado en descubrir esta isla un día de Pascua, el 5 de abril de 1722, por lo que acabó recibiendo este nombre. Su primera pregunta fue cómo habían podido llegar tan lejos unos colonos que tan solo disponían de unas canoas pequeñas de no más de tres metros de eslora capaces de transportar una o dos personas a lo sumo. Otro dato aportado por este explorador fue la escasez de plantaciones que no superaban los tres metros de altura.

Grabado del siglo XVIII en el que se muestra a Jacob Roggeveen observando un moái

Posteriormente, el Virrey del Perú Manuel Amat y Juniet organizó una expedición al mando de Felipe González Ahedo en busca de la llamada “Tierra de Davis”. La isla de Pascua fue avistada el 15 de noviembre de 1770, siendo nombrada isla San Carlos, en honor al rey Carlos III de España. Poco tiempo después, el capitán James Cook llegó a la isla en 1774 acompañado por un guía tahitiano. Este explorador británico fue el primero en realizar una descripción detallada de la isla y de sus habitantes.

Si antes de establecer contacto con los europeos, la población de Pascua ya había sufrido un serio retroceso demográfico, en los siguientes años su situación no mejoró. Para 1864, todavía existían unos 2.000 pobladores autóctonos, después de sufrir varias devastadoras epidemias de viruela y episodios de esclavitud por parte de diversas embarcaciones peruanas que llegaban a Pascua para sacar pingues beneficios económicos. Para 1872, tan sólo quedaba una población de 111 isleños.

En el año 1888, Chile se anexionó la isla de Pascua para convertirla en una explotación de ganado ovino. Sin embargo, este intenso pastoreo contribuyó a erosionar todavía más la isla. No fue hasta 1966 cuando los isleños de Pascua obtuvieron por fin la nacionalidad chilena. En la actualidad, la isla de Pascua con sus característicos moáis supone uno de los más fascinantes atractivos turísticos de todo Chile.

Por otro lado, el auge y caída de su civilización sigue suscitando dudas a los más reputados expertos, quienes tratan de desentrañar sus misterios ocultos. Hay quienes ven en esta remota isla del océano Pacífico una metáfora de nuestra propia sociedad. Lo que sí parece claro es que quizá debiéramos aprender de los errores cometidos con el fin de no repetir situaciones similares, por nuestro propio bien.

Moáis en la isla de Pascua. Fuente: nationalgeographic

Bibliografía

Diamond, J. (2014). Colapso. Viking, Penguin Group, Nueva York.

Mayans C. (2019). ‘Los moais de la isla de pascua se esculpieron para garantizar la fertilidad’. Historia National Geographic. https://historia.nationalgeographic.com.es/a/moais-isla-pascua-se-esculpieron-para-garantizar-fertilidad_15028