Leovigildo, Rex Visigothus

En la lista casi interminable de los reyes godos de la antigua Hispania, hay nombres que están escritos con letras de oro. Es el caso de Flavio Leovigildo, considerado por muchos como el rey visigodo más importante de todos y cuyo legado llega incluso hasta nuestros días. Pero, ¿por qué fue tan recordado por las crónicas? ¿Cuáles fueron sus logros?

Retrato imaginario del rey Leovigildo, por Juan de Barroeta (1854-1855)

Contexto histórico e inicios

El pueblo visigodo, procedente de una rama de los godos, a su vez pertenecientes a las tribus germánicas orientales (también llamados bárbaros), se había asentado en el territorio del Imperio romano durante la Antigüedad tardía. Tras protagonizar algunos conflictos como en la batalla de Adrianópolis (378 d.C.), la relación entre godos y romanos variaba en función del momento. En el 410, el rey Alarico I saqueó la ciudad de Roma, un hecho de gran trascendencia. Posteriormente, se estableció el reino visigodo de Tolosa a través de un tratado o foedus, cuya autoridad se extendió a Hispania.

Este nuevo reino se configuró como un estado federado de Roma. Pero muy pronto, tanto romanos como visigodos tuvieron que hacer frente a otros desafíos. Un pueblo originario de las estepas de Asia central comandados por un caudillo llamado Atila estaba asolando la Galia: los hunos. A finales de junio de 451, aconteció la gran batalla de los Campos Cataláunicos entre el ejército de Atila y el del general romano Flavio Aecio en coalición con los hombres del rey visigodo Teodorico I (418-451), quien cayó en combate. Solo dos décadas después, en el 476, el Imperio romano de Occidente llegaba a su fin.

En el año 507, los visigodos fueron derrotados por el rey de los francos Clodoveo I en la batalla de Vouillé. A partir de entonces, los dominios de los visigodos quedarían limitados al sur de los Pirineos, concretamente a Hispania, a excepción de la Septimania. Hacia mediados del siglo VI, la capital del reino visigodo quedó fijada en Toledo. Desde entonces, esta emblemática ciudad situada en una colina rodeada por un meandro del río Tajo, jugaría un papel fundamental en el devenir político de la península ibérica. Su ubicación en pleno centro peninsular la convertía en un lugar sumamente estratégico.

Panorámica actual de Toledo con su Alcázar en la parte alta

Durante el reinado de Justiniano l (527-565), emperador del Imperio romano de Oriente (más tarde conocido como Imperio bizantino), el sureste de la península ibérica volvió a quedar bajo los dominios imperiales. Su ambicioso proyecto llamado Recuperatio Imperii, consistía en recuperar los territorios bajo poder de los bárbaros y que en el pasado formaban parte del Imperio romano de Occidente. Mientras tanto, en el reino visigodo de Toledo se sucedían las guerras civiles. La lucha entre Agila I y Atanagildo, se saldó con la victoria del segundo quedando este como único rey hasta su muerte en 567.

Mapa del Imperio bizantino hacia 550 d.C. En verde se representan las conquistas de Justiniano

Tras la desaparición de Atanagildo (555-567), el trono permaneció vacío durante unos meses. Esta situación de incertidumbre era debida al carácter electivo de la monarquía visigoda. Fue entonces cuando desde la capital de la Septimania, Narbona, apareció Liuva I (posiblemente un duque provincial) para ser coronado rey. Una de las primeras medidas que tomó fue la de asociar el trono a su hermano Leovigildo, para ser centrarse él mismo en contener a los francos desde el norte. Dicha decisión resultó ser de lo más acertada, teniendo en cuenta la cantidad de enemigos que acechaba al reino visigodo.

Expansión territorial

Puede que el padre de Leovigildo fuera el general ostrogodo Liuvirit, quien desempeñaba las funciones de general en jefe de las fuerzas de Teodorico el Amalo de guarnición en la Península entre el 523-526. En el año 568, la península estaba dividida en varias zonas: el reino de los suevos se extendía entre las provincias de Gallaecia y el norte de Lusitania desde principios del siglo V, en la cornisa cantábrica se encontraban los cántabros y los vascones en constante rebeldía, en el sureste se había establecido la provincia bizantina de Spania (en latín Spaniae) y el resto pertenecía al reino visigodo de Toledo.

El rey visigodo Leovigildo contra los cántabros. Arqueta de San Millán de la Cogolla, s. XI

En el momento de su llegada al trono, la situación en el seno del Regnum Gothorum era más bien caótica. Para ganarse el apoyo de los nobles que habían aupado a Atanagildo, Leovigildo se casó con su viuda, de nombre Goswinta. Como sabio estratega, el monarca visigodo era consciente de que además necesitaba de triunfos militares para asegurar su posición y mejorar la situación del reino. Si quería pasar a la posteridad, primero debía ampliar sus fronteras al norte y al sur. De esta manera, emprendió una serie de feroces campañas contra diversos pueblos que cohabitaban la península.

El primer territorio en sufrir las acometidas de Leovigildo fue la provincia bizantina de Spania, que perdió las plazas de Baza y Medina Sidonia. No obstante, no logró expulsarlos del todo por lo que se estableció un limes defensivo. El siguiente objetivo era la ciudad de Córdoba, que había sido la capital de la provincia romana de la Bética. A la muerte de Liuva I (¿572-573?), Leovigildo quedó como único rey. En otra hábil jugada, depositó el legado del reino en sus hijos Hermegildo y Recaredo. Esto podía interpretarse como una firme declaración de intenciones en clave sucesoria por parte del rey visigodo.

Posteriormente, le tocó el turno a la región norteña de Sabaria (ubicada entre la actual provincia de Zamora y el distrito portugués de Braganza) y especialmente a la zona controlada por los cántabros, un territorio comprendido a grosso modo entre el norte de Burgos y La Rioja. Esta conquista le facilitó el control del valle del Ebro y el acceso a la cordillera Cantábrica y configuró a Amaya como una plaza fundamental para la administración visigoda. En 575, Leovigildo se alzó con un nuevo éxito militar en el territorio autónomo de los montes Aregenses, situado en la actual provincia de Orense (Galicia).

Pero la ambición del rey visigodo iba más allá. En el 576, Leovigildo inició una campaña en el norte contra los suevos que estaban bajo el mando del rey Miro. Pero tras su victoria, paradójicamente decidió dejar este reino en una suerte de estado de supeditación y no anexionarlo a sus dominios. Al año siguiente, Leovigildo miró de nuevo hacia el sur, atacando la región de Oróspeda entre las sierras de Cazorla y Segura. La gloria que había alcanzado Leovigildo no tenía parangón. Pero entonces, ocurrió un hecho de gran trascendencia para el reino que estuvo a punto de echarlo todo a perder.

Representación de una batalla en tiempos de los visigodos. Fuente: librujula.publico.es

El responsable de este evento fue el príncipe Hermenegildo, el cual se había casado con una princesa franca llamada Ingunda, nieta de Goswinta. La relación entre abuela y nieta era muy tensa, ya que la primera era arriana y la segunda una católica convencida. Para que la situación no fuera a más, Hermenegildo y su esposa salieron de la urbs regia de Toledo para dirigirse a Sevilla. Aquí fue donde el príncipe, con el apoyo de Ingunda y del obispo católico San Leandro, se convirtió al catolicismo. Por si fuera esto poco, además decidió rebelarse contra su propio padre proclamándose rey en la Bética.

El insurgente Hermenegildo contó para su causa con el apoyo de suevos, bizantinos y de ciudades como Sevilla, Córdoba y Mérida. Pero Leovigildo no se quedó de brazos cruzados. En primer lugar, decidió someter a los vascones en el 581 y fundar la ciudad de Victoriacum (¿Vitoria?). Al año siguiente, sometió Mérida y en el 583 a Sevilla, donde derrotó a Hermenegildo y a sus aliados suevos. En el 584, se rindió Córdoba previo pago a los bizantinos por parte de Leovigildo y el príncipe insurrecto fue apresado y posteriormente ejecutado en Tarragona en extrañas circunstancias. Corría el año 585.

Una vez pacificada la rebelión, Leovigildo determinó acabar con la existencia del Regnum Suevorum. Por otro lado, mientras este suceso tenía lugar, su hijo Recaredo infligía una severísima derrota a los francos. Tan solo un año después, en el 586, Leovigildo se despidió para siempre del mundo terrenal. Tuvo una muerte tranquila, algo por lo general bastante insólito entre los monarcas visigodos. San Isidoro de Sevilla (560-636) le dedicó unas elocuentes palabras en su Historia Gothorum: «Se apoderó de gran parte de España, pues antes la nación de los godos se reducía a unos límites estrechos».

Legado

Leovigildo pasó a formar parte de los anales de la historia. No en vano, con este rey se había completado la consolidación del reino visigodo de Toledo por casi toda la península ibérica tras someter a suevos, bizantinos, cántabros o vascones. Tras la invasión islámica del año 711, el territorio pasó a llamarse al-Ándalus y la resistencia cristiana se fragmentaría en diversos reinos y condados durante ocho largos siglos. Habría que esperar exactamente hasta 1580, cuando se produjera la tan anhelada unión ibérica con la incorporación de Portugal de la mano de Felipe II, hijo de Carlos I.

Reino visigodo a la muerte de Leovigildo, resaltando sus campañas

Otro hito de Leovigildo fue la elaboración del Codex Revisus, también conocido como el Código de Leovigildo, el cuerpo legal encargado de articular al reino visigodo de Toledo. Siguiendo la estela de sus predecesores como los reyes Eurico (466-484) o Alarico II (484-507), en este código se añadieron, modificaron o eliminaron algunos capítulos además de introducir importantes reformas como la derogación de la ley que prohibía los matrimonios mixtos entre hispanorromanos y visigodos. Su finalidad fue dotar de mayor cohesión a la población peninsular.

Pero no acaba aquí el legado del legendario monarca Leovigildo. A través de su heredero Recaredo I (586-601), se llevó a cabo el III Concilio de Toledo en el año 589. Por medio de este singular acontecimiento, quedaba sellada la unión religiosa del reino abandonando el arrianismo para abrazar el catolicismo que profesaba la población hispanorromana. Por tanto, se puede decir que los reinados de Leovigildo y de Recaredo son de una importancia clave para la trayectoria de España. Posteriormente, las intempestivas luchas entre los aspirantes al trono visigodo ensombrecerían esta época histórica.

Conversión de Recaredo, por Muñoz Degrain (1888)

Desde el punto de vista ideológico, Leovigildo fue el primer rey en utilizar un trono y ropajes regios en su palacio toledano con el propósito de distinguirse del resto. Sus modelos a seguir eran el emperador oriental Justiniano y el monarca ostrogodo Teodorico el Grande, también conocido como Teodorico el Amalo. Por ello, también se hizo acuñar moneda con su nombre y efigie. Uno de sus proyectos fue dotar a Toledo de una simbología para competir con Rávena y con la mismísima Constantinopla. En la urbs regia, se encontraba el famoso tesoro saqueado por Alarico I que Leovigildo amplió con sus campañas.

Tampoco debemos olvidar la otrora opulenta ciudad palaciega de Recópolis. Este emplazamiento localizado muy cerca de la actual Zorita de los Canes (Guadalajara), fue mandado construir por Leovigildo en 578 en honor a su hijo Recaredo. Considerado uno de los yacimientos más importantes de la Alta Edad Media, es la única ciudad de nueva planta de iniciativa estatal de este período. Hoy en día, al contemplar dichas ruinas, podemos imaginar los tiempos gloriosos que una vez fueron y después se extinguieron en las penumbras de la historia de España. Tal como fue el reinado del gran Leovigildo.

Parque Arqueológico de Recópolis. Fuente: turismocastillalamancha.es

Bibliografía

Aragonés, G. D. (2022). Toledo. Biografía de la ciudad sagrada. La Esfera de los Libros, S.L.

China, S. J. (2019). Imperios y Bárbaros. La Guerra en la Edad Oscura. Desperta Ferro Ediciones.

Chica, S. J. (2020). Visigodos, hijos de un dios furioso. Desperta Ferro Ediciones.

González, M. D. (2022). «Leovigildo, un rey Arturo a la visigoda». Lavanguardia. https://www.lavanguardia.com/historiayvida/edad-media/20220327/8150572/leovigildo-rey-arturo-visigoda.html

Real Academia de la Historia. «Leovigildo». https://dbe.rah.es/biografias/11996/leovigildo

Thompson, E. A. (2007). Los godos en España. Humanidades. Alianza

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