La batalla de Uclés: la última derrota de Alfonso VI

El 29 de mayo de 1108 tuvo lugar la batalla de Uclés, también llamada la batalla de los Siete Condes, donde las tropas castellano-leonesas al mando de Sancho Alfónsez (hijo del rey Alfonso VI de León) se enfrentaron al ejército almorávide comandado por Tamim ibn Yúsuf. El ejército cristiano tuvo una fulminante derrota que se saldó con la muerte de Sancho Alfónsez. Como resultado, tras la muerte de Alfonso VI tuvo lugar el reinado de Urraca I de León, convirtiéndose en la primera reina y emperatriz titular europea.

Antecedentes

A mediados del siglo XI, la península ibérica se hallaba dividida entre cristianos y musulmanes. Tras la disolución del Califato de Córdoba en 1031 en múltiples reinos de taifas, los reinos cristianos tomaron ventaja de la inestabilidad política de Al-Ándalus. Como hicieron sus predecesores, el rey leonés Alfonso VI continúo la labor reconquistadora a costa del reino taifa de Toledo en manos de al-Qádir. Después de un largo asedio, las tropas de Alfonso VI culminaron la conquista de Toledo en 1085. Este hecho tuvo un gran simbolismo para los cristianos, pues Toledo había sido la capital del antiguo reino visigodo antes de la conquista musulmana. Además, dicha localidad constituía la primera gran ciudad que quedaba bajo control cristiano. Ante esta situación, los restantes reinos de taifas musulmanes pidieron ayuda a los almorávides del norte de África para tratar de contener el empuje de los cristianos. Los almorávides procedentes del Sáhara habían forjado un poderoso imperio norteafricano a partir de 1040. El caudillo almorávide Yúsuf ibn Tasufín acudió a la llamada de socorro derrotando a Alfonso VI en la batalla de Sagrajas (Zalaca) en 1086. Sin embargo, este triunfo sobre los castellanos-leoneses no pudo ser aprovechado. Yúsuf ibn Tasufín hubo de partir precipitadamente hacia el norte de África, debido a problemas internos en su imperio como consecuencia de la muerte de su hijo Abu Bakr.

Alfonso VI por Ramón Cortés 1851

Más tarde en 1088, tuvo lugar el fracasado asedio a Aledo (que había sido tomada por las fuerzas castellano-leonesas) por parte de las tropas almorávides. No obstante, dicho asedio no amedrentó a Yúsuf, que prosiguió con la expansión de su vasto imperio por la península ibérica. Dos años después, Yúsuf fue extendiendo su poder a los reinos taifas de Granada, Sevilla, Badajoz, Málaga y Almería. A finales de 1094, casi todo Al-Ándalus se encontraba bajo el poder de los almorávides. Posteriormente, las tropas de Alfonso VI se enfrentaron de nuevo a los almorávides en la batalla de Consuegra en 1097. Dicha batalla se saldó con una nueva derrota cristiana, aunque Alfonso VI consiguió escapar milagrosamente. En 1102, caería bajo control almorávide Valencia, que había permanecido durante años en poder de El Cid. Tras la siguiente batalla de Salatrices en 1106, Alfonso VI quedó herido en una pierna. A pesar de todas estas diatribas, un nuevo enfrentamiento entre cristianos y musulmanes tendría lugar en las tierras de Cuenca, el cual marcaría el destino de los reinos cristianos peninsulares.

Preparativos de la batalla

Tras la muerte de Yúsuf ibn Tasufín en septiembre de 1106, le sucedió su hijo Alí ibn Yúsuf. Alí decidió continuar la campaña militar iniciada por su padre. Después de atacar a los condados catalanes Alí eligió al reino de Castilla para su próxima campaña, concretamente el enclave de Uclés. Esta población había constituido un antiguo poblamiento celtíbero, siendo posteriormente romanizado y era un importante punto estratégico. Alí encargó a su hermano Tamim ibn Yúsuf, gobernador de Granada, el mando supremo de la campaña. A él se unieron tropas procedentes de Córdoba al mando de Muhámmad ibn Abi Ranq, de Murcia dirigidas por Abu Abd Allah Muhámmad ibn Aysa y de Valencia comandadas por Abdallah ibn Fátima. Tras una larga marcha saqueando las poblaciones de la zona, el ejército almorávide llegó a Uclés el 27 de mayo de 1108. En Uclés, sus pobladores apenas pudieron defenderse de la acometida almorávide, quedando el enclave completamente arrasado.

Espías cristianos se percataron de la presencia de un imponente ejército almorávide que en principio parecía dirigirse hacia Toledo. Sin embargo, el objetivo principal de este gran contingente era el enclave de Uclés. El hijo de Alfonso VI, el infante Sancho Alfónsez (fruto de la relación entre la princesa Zaida y Alfonso VI) reunió tropas con el objetivo de hacer frente al empuje musulmán. Su anciano padre Alfonso VI no pudo acudir a la batalla, pues todavía se hallaba recuperándose de sus heridas de Salatrices. Por el lado castellano-leonés, el infante Sancho Alfónsez estaba acompañado por los nobles Álvar Fáñez, el conde García Ordoñéz, los alcaides de Toledo, Alcalá de Henares y Catalañazor junto con otros nobles y caballeros. En total las tropas cristianas ascendían a unos 3000-3500 hombres, dispuestos a defender su reino frente a las acometidas del islam.

Mapa de Península Ibérica durante la Reconquista. En amarillo se muestra el avance logrado hacia 1100, en la época de Alfonso VI.

Desarrollo de la batalla

El viernes 29 de mayo de 1108, las tropas almorávides salieron al encuentro de las tropas castellano-leonesas al suroeste de Uclés. Los cordobeses constituían la vanguardia del ejército, en ambos flancos se hallaban las tropas de Murcia y Valencia y en el centro se situaba Tamim ibn Yúsuf al frente de los granadinos. El contingente musulmán actuaba como un ejército compacto y disciplinado, algo nuevo para los cristianos.

Las tropas castellano-leonesas se encontraban distribuidas de la siguiente forma: en el centro se hallaban las tropas de Álvar Fáñez, en uno de los dos flancos se hallaba el infante Sancho acompañado del conde García Ordoñez y en el flanco que quedaba, el resto de condes y nobles. La cruenta batalla entre las banderas del islam y la cristiandad estaba a punto de comenzar.

Actual vista del monasterio de Uclés, muy cerca del campo de batalla de 1108

Los dos bandos se encontraban frente a frente. El ejército cristiano atacó primero con su caballería pesada a la vanguardia cordobesa del ejército almorávide, ocasionando un gran número de bajas. Los cordobeses retrocedieron buscando el apoyo de la retaguardia granadina al mando de Tamim ibn Yúsuf. Mientras tanto, los dos flancos del ejército de Murcia y Valencia aprovecharon para realizar una maniobra envolvente sobre el ejército castellano-leonés, que se vio atacado por los cuatro costados. Esta táctica provocó el desconcierto entre las filas cristianas, incapaces de organizar un retirada ordenada.

Ante el feroz ataque musulmán, los esfuerzos se centraron en proteger a Sancho, el hijo de Alfonso VI. El ejército cristiano trató de huir pero su caballería pesada, aunque efectiva en el primer golpe, resultaba demasiado lenta en comparación con la caballería ligera bereber. Los cristianos se dividieron en su precipitada huida. Los hombres de Sancho huyeron hacia el castillo de Belinchón, mientras que las tropas de Álvar Fáñez se dirigieron a Toledo. El infante Sancho, que se encontraba malherido, no pudo reunirse en Toledo con el ejército de Álvar Fáñez. Este hecho tendría dramáticas consecuencias para el joven heredero.

Muerte de Sancho Alfónsez

Tras huir del campo de batalla, el infante Sancho Alfónsez buscó refugio en el castillo de Belinchón a 22 km de Uclés. Sin embargo, los musulmanes que se encontraban en Belinchón, al percatarse de la presencia del ejército almorávide, no temieron a los cristianos y les atacaron. Como resultado, el infante Sancho y todos sus hombres perecieron en Belinchón. Cuando el ejército de Álvar Fáñez se presentó en Toledo, el rey Alfonso VI les preguntó: ¿dónde está mi hijo?, a lo que no supieron responder. Más tarde, se descubrió su trágica muerte en Belinchón. Tras la derrota de su ejército, la pérdida de Uclés y la muerte de su hijo junto con las de miles de sus soldados, Alfonso VI se sumió en un profundo pesar del cual ya no se recuperaría. El cuerpo de Sancho pudo ser recuperado y enterrado en el monasterio de Sahagún (León). Un año más tarde, su padre el rey Alfonso VI falleció.

Consecuencias de la batalla

Tras la desastrosa batalla de Uclés el rey Alfonso VI se quedó sin heredero varón, dejando una compleja situación dinástica en el seno de su reino. Como consecuencia de ello, tras la muerte de Alfonso VI en 1109, su hija Urraca I se convirtió en reina de León (1109-1126), marcando el primer precedente de reina titular en la historia europea. La segunda hija de Alfonso VI, Teresa de León, había heredado el condado de Portugal. Posteriormente, el hijo de Teresa, Alfonso I (1139-1185) aprovechó la debilidad castellana para independizar el reino de Portugal y convertirse en su primer rey.

Después de la victoria de Uclés, los almorávides se hicieron con el control de la taifa de Zaragoza, la última que había escapado a su poder. No satisfechos con esta adquisición, otras plazas fueron cayendo bajo su control: Ocaña, Amasatrigo, Huete y Cuenca. A su vez, intentaron aprovechar la debilidad cristiana para tratar de reconquistar Toledo en agosto de 1109. La defensa de Toledo quedó bajo el mando de Álvar Fáñez (superviviente de la batalla de Uclés), quien logró resistir el asedio. Toledo quedaría bajo el control de este valiente caballero hasta su muerte en 1114. No obstante, los almorávides volverían a intentar la conquista de la emblemática ciudad en 1114 y 1115 sin demasiado éxito. A pesar de los reveses sufridos, las tropas castellano-leonesas consiguieron sobreponerse pudiendo mantener el control de la antigua capital visigoda.

Tras una larga serie de grandes conquistas y éxitos militares, el poderoso imperio almorávide alcanzó su máximo apogeo en 1117. Sin embargo, fue a partir de 1117 cuando se inició una rápida decadencia interna que produjo su posterior desintegración en 1147, dejando paso a un nueva dinastía procedente del norte de África: los almohades. En la caída almorávide contribuyó el descontento de la población peninsular por el abuso continuado de los soldados y por el impopular aumento de impuestos. El nuevo imperio almohade surgido de las cenizas almorávides se enfrentó de nuevo a los reinos cristianos entre los siglos XII y XIII, marcando un nuevo episodio en la lucha por el control político y religioso de la península ibérica.

Bibliografía:

Huici M., A. (2000). Las grandes batallas de la reconquista durante las invasiones africanas. Granada, Editorial Universidad de Granada.

Jiménez de Rada, R.(1989). Historia de los hechos de España. Madrid, Alianza Editorial.

Reilly, B. (1989). El reino de Castilla y León bajo Alfonso VI. Toledo.

 

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