Hitler y Mussolini, dos dictadores frente a frente

Todos conocemos a Adolf Hitler y Benito Mussolini, dos personajes que marcaron dramáticamente la historia del siglo XX. Pero, ¿eran los dos iguales? ¿Perseguían los mismos objetivos? ¿Por qué sentían recelos el uno del otro?

Los promotores de las sanciones

El antecedente más remoto donde localizamos las raíces de la llegada al poder de Hitler es en los años posteriores a la derrota alemana en la Gran Guerra. El impacto producido por los tratados firmados en la paz de París, derivó en una penalización y un trato desigual entre ambos bandos. Alemania se llevaría la peor parte: aceptar la responsabilidad total de la guerra, una reducción drástica de su ejército y marina, duras sanciones económicas, prohibir la fabricación de armamento de guerra y la reincorporación a Francia de los territorios de Alsacia y Lorena.

La hiper, el resentimiento a las cupulas y las potencias victoriosas y la humillación de Alemania fueron los motores para el ascenso de Hitler.
Billete de 100 billones de marcos acuñado en 1924, un ejemplo brutal de la hiperinflación que azotó la República de Weimar. Fuente: El Confidencial

El impacto dentro de Alemania

Todas estas medidas derivaron en la imposibilidad de pago y un resentimiento de la sociedad alemana, no sólo hacia judíos, pacifistas o los aliados, sino también hacia la cúpula político-militar. Este resentimiento no comenzó al finalizar la guerra, sino durante los últimos años de la misma, ya que, el comando del ejército alemán decidió implantar la guerra total en su desesperación por ganar el conflicto. Todo ello significó que toda la población alemana fue movilizada y las actividades económicas fueron destinadas únicamente al esfuerzo bélico.

A la postre, estas medidas no tendrían éxito. Como consecuencia de ellos, se dieron hambrunas, disturbios y saqueos por todo el país, a lo que se le sumó el auge del mercado negro, la inflación (que luego se transformaría en una hiperinflación) y los paros laborales ante la ineficiencia del Estado.

La OHL en 1917
El jefe del Estado Mayor Alemán, Paul von Hindenburg, el Káiser Guillermo II y el Adjunto o Generalquartiermeister, Erich Ludendorff, 1917. Fuente: Archive

Los levantamientos

Ante este clima tan inestable, se reportaron amotinamientos por parte de los soldados, como el de la ciudad de Kiel (octubre de 1918), producido por la corrupción dentro de las fuerzas armadas, ya que los cargos más altos recibían la mayor parte de los alimentos. A este panorama, el Estado Mayor Alemán no le prestó atención, ya que apretaba a la población para que produjese más armas y munición, dado que sostenían que las conquistas y anexiones llevarían a una victoria y una aprobación de las masas y permitiría mantener la estructura sociopolítica del país. [1]

Ante las derrotas militares, se comenzaron a gestar diferentes proyectos entre los sectores políticos. Los conservadores, congregados en torno al Partido de la Patria liderado por Wolfgang Kapp y Aldred von Tirpitz, querían dar paso a una dictadura que destituyera al, para ellos, tibio canciller alemán.

Por el lado de los progresistas, católicos y socialdemócratas, buscan un armisticio sin anexiones ni indemnizaciones, representados en el Partido Socialdemócrata Independiente de Alemania, que representaba a la izquierda y la clase obrera. [2]

Hitler, a traves de su oratoria y astucia, fue creciendo en los circulos de poder hasta transformarse en el hombre fuerte de Alemania.
Hitler en 1924. Fuente: National Geographic

La aparición en escena de Hitler

El partido de Kapp y Tirpitz se disolvió en diciembre de 1918. Sería sucedido por el Partido Obrero Alemán de Anton Drexler y Karl Harrer, hasta que un año después le sucedió el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP), logrando a lo largo de la década de 1920 un fuerte apoyo, no únicamente de los obreros, sino también de las clases medias. Este éxito se logró por factores tales como el odio a lo firmado en la paz de Versalles y en el apartado económico a los planes Dawes & Young, vistos como una forma de dependencia económica con EE. UU.

La base electoral de Hitler no fue formada desde cero, sino que tomó los apoyos del mariscal Hindenburg, de ideas muy similares, pero proviniendo de sectores diferentes: Hindenburg era un prusiano que se sentía más cómodo entre aristocráticos los cuales veían con desprecio a Hitler, un joven artista austriaco fracasado proveniente de sectores medios-bajos. El carismático militar reunía a católicos, protestantes, nacionalistas y anticomunistas, pero era criticado por sectores de las clases media y alta que tenían una postura más conciliadora con los aliados. Hitler por el otro lado, reunía estas ideas, pero bajo una figura mucho más activa, más joven y con una mejor oratoria.[3]

Hitler dando un discurso en el Reichstag, 1941
Hitler dando un discurso en el Reichstag, 1941. Fuente: Meer

¿Por qué Hitler sí y otros no?

El NSDAP, a diferencia de otros grupos nacionalistas, logró tener éxito en las elecciones de los años 1932 y 1933. Esto se debió a que el resto de grupos no captaba los cambios que se estaban produciendo en una sociedad tan castigada como la alemana. No vieron la pérdida de credibilidad de las clases medias en los gremios y los múltiples casos de corrupción que azotaron a la República de Weimar, lo que afectó a los partidos socialdemócratas, ya que, al asociarse mucho con el poder gubernamental, se les vinculó con la corrupción institucional.

A su vez, los miembros del Partido Nacionalsocialista Alemán, los nazis, lograron crear la concepción de poder bajo la Volksgemeinschaft o comunidad popular, la cual veía a la nación como un todo, donde cada uno de los alemanes, independientemente de su estatus social, tenía importancia y participaba en el futuro próspero de la nación germana. Una prosperidad que se había perdido con la guerra y el inestable régimen de Weimar.

Muchos partidos nacionalistas más pequeños se fueron adhiriendo a los nazis, ya que lo veían como el único partido fuerte, con base sólida y un líder joven y decidido. Se consiguió la inclusión del obrero al partido, aprovechando las carencias operativas de los comunistas y socialdemócratas. Mientras que el primero se abocaba a fomentar un ideal rechazado por gran parte de la sociedad alemana, la revolución proletaria, el segundo insistía en proteger únicamente los intereses de los miembros del partido. [4]

Mussolini y el paralelismo con Hitler

El caso de Mussolini era similar al de Hitler. Este último se había inspirado en el Duce y su exitosa marcha sobre Roma en 1922 como inspiración al momento de llevar a cabo el fallido Putsch de la cervecería de Múnich en 1923). El italiano era un veterano de guerra que había tenido sus inicios en el socialismo y había abogado por la intervención italiana en la guerra a través de publicaciones en el diario Avanti!, órgano oficial del Partido Socialista Italiano (PSI).

La Marcha sobre Roma seria replicada por Hitler en el Putsch de Munich, un año despues.
Marcha sobre Roma, 27 de octubre de 1922. Fuente: National Geographic

Debido a la postura antibelicista de la izquierda, Mussolini fue expulsado del partido, fundando su propio periódico, Il Popolo d ́ Italia. Al finalizar la contienda mundial y pese a que Italia obtuvo la victoria, no se le acreditó ningún territorio irredento prometido, sino que se le entregaron pequeños territorios como Trieste, una ganancia que no alcanzaba para paliar el hambre y la miseria, así como las pretensiones irredentas italianas.

Al igual que en Alemania, en Italia se generó un resentimiento social a nivel tanto interno como externo: exterior hacia las democracias liberales, consideradas como débiles y engañosas hacia Italia; interno hacia la propia monarquía de los Saboya y a la cúpula dirigente, dada su manifiesta inoperancia. Ante este panorama, los socialistas ganaron las elecciones de 1919 y 1921 en el período denominado como el Biennio Rosso, que involucraron una serie de revueltas por parte de los obreros industriales.

El Biennio Rosso significo una oportunidad clave en el ascenso del Duce.
Obreros italianos durante el Biennio Rosso, 1920. Fuente: Archive

El avance obrero y la toma de poder de Mussolini

Estos hechos provocaron un “terror rojo” entre las élites conservadoras y los empresarios industriales, los cuales, junto a la monarquía, veían su liderazgo en peligro, más si cabe tras los hechos ocurridos en Rusia. Mussolini, el cual había logrado una gran popularidad a través de la utilización de un discurso en masa aprovechando la innovación de la radio [5], tomó ventaja, conformando a las llamadas Fasci italiani di combattimento, un grupo de choque que permitió garantizar la alianza con la monarquía y las élites conservadoras políticas y económicas.

El Duce sabía que para fortalecer su creciente poder no bastaba con tener milicias, sino que debía tener una plataforma política que lo canalizase. En conjunto a las divisiones de los partidos socialdemócratas (debido a la visión de la propiedad de la tierra y el rol de la religión en las escuelas), Mussolini se ganó a las viejas élites por miedo a un avance del comunismo. El 9 de noviembre de 1921, fundó el Partido Nacional Fascista (PNF).

Este partido fascista, el primero propiamente dicho en Europa, comenzó a crecer exponencialmente. Ante esta amenaza, el primer ministro conservador Giovanni Giolitti incluyó a los fascistas en su plataforma política para lograr su propia supervivencia. Finalmente, tras una demostración de fuerza como fue la marcha sobre Roma, el rey Víctor Manuel III, intentando evitar una posible abdicación al trono, le entregó el poder a Mussolini. De esta forma se instauró el fascismo en Italia.

Hitler y Mussolini en Florencia (1940)
El Führer e il Duce en Florencia, 1940. Fuente: La Prensa Perú

Conclusiones

Tanto Hitler como Mussolini llegaron al poder sin la necesidad de hacer un golpe de Estado y con el acuerdo tácito de otros grupos sociales en una situación de emergencia. No resultaba una solución del todo ideal para las sociedades alemana e italiana, pero las alternativas que se presentaban eran un gobierno de izquierdas (con el peligro del comunismo) o una dictadura nacional que excluyese a conservadores parlamentarios y fascistas [6]. Aún con los claros riesgos que podían significar (y que significaron) de cara a futuro, los pueblos alemán e italiano, ante su desesperación, decidieron hacer tripas corazón y aceptar el totalitarismo como un mal menor. Sería un error de proporciones épicas.

Bibliografía y fuentes

[1] Morrow, J. (2014). 1917: El Apogeo. En La gran guerra, pp. 464-468. Buenos Aires. Editorial Edhasa.

[2] Idem, p. 470

[3] Fritzsche, P. (2006). Enero de 1933. En De alemanes a nazis, pp. 156-165. Buenos Aires. Editorial Siglo Veintiuno.

[4] Idem, pp. 195-205

[5] Discurso radiofónico permite tener más llegada a la masa analfabeta y pobre, en contraposición al periódico, utilizado por los socialistas para una clase letrada y con dinero para comprarlo.

[6] Paxton, R. (2019). El arraigo. En Anatomía del fascismo, pp. 106-120. Madrid. Editorial Capitán Swing.

Foto de portada La Vanguardia

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