Henri Rousseau, un pintor olvidado

Un león se alimenta de su presa rodeado de una parisina vegetación selvática. El antílope derrama una lágrima mientras misteriosos animales de punzante mirada observan su destino, formando un arco tras el onírico sol naranja.

Henri Rousseau león
León hambriento atacando a un antílope. Henri Rousseau, 1905

Así se presenta ante los ojos el primer cuadro aceptado por la crítica de Henri Rousseau. Ubicado en un lugar destacado del Salón de Otoño, Rousseau tuvo que esperar más de 30 años para que una de sus pinturas fuese aceptada por la mirada académica.

Vida del Aduanero

Natural de Laval, la ciudad de Alfred Jarry, Rousseau nació un 21 de mayo de 1888 y pasó su infancia en una romántica torre de las antiguas murallas de Laval, con un padre hojalatero y una madre nieta de un oficial de infantería de Napoleón. Su endeudada familia no pudo hacerse cargo de una educación elitista para el pequeño. Tras declararse en bancarrota, el futuro pintor dedicó su juventud a estudiar abogacía sin mucho éxito y a simultanear estos estudios con diversos trabajos. Su característica personalidad amante de lo visual se manifestó ya en uno de sus primeros empleos en un bufete de Angers, cuando le echaron del trabajo por robar estampillas. Tras esto, decidió enrolarse en la infantería durante cuatro años y no desaprovechó la oportunidad para inventarse que había servido en México como soldado en una expedición francesa. Era habitual que el pintor se inventase anécdotas sobre su vida, mostrando poco o ningún interés en la realidad, como si de romantizarse a sí mismo y a su pintura se tratara.

En 1869 se instaló en el centro de la bohemia francesa, París, para vivir con la que fue su primera esposa, Clémence Boitard y fue aquí cuando se generó el mito más conocido del pintor. Según se creía, Henri encontró trabajo como cobrador de aranceles en París, por lo que comenzaron a llamarle “el Aduanero Rousseau”, sobrenombre que le acompañó hasta el final de sus días. Sin embargo y, siguiendo con la condición que le caracterizaba, lo más probable es que no llegase a trabajar de agente de aduanas, sino que, realmente, fuese vigilante de seguridad.

Aun siendo un personaje conocido por la calidez de su personalidad, su vida estuvo sujeta a la tragedia: de los nueve hijos que tuvo con Clémence, solo una, Julia, sobrevivió hasta la adultez. A su vez, Clémence murió dando a luz al último de estos niños.

Quizá buscando evadir su mente de la desdicha, y alentado por el destacado pintor Félix Auguste Clément, Rousseau se lanzó al cosmos pictórico. Nada más y nada menos que a los 40 años se inició como pintor “dominguero”. Perseguía los paisajes que habían inspirado a los impresionistas en las afueras de París y, poco a poco, fue ganando confianza en su pintura hasta dedicarse a ella a tiempo completo.

La fuerza de su personalidad fue admirable. Fue objetivo permanente del escarnio público, hasta el punto de que la primera vez que exhibió algunos de sus trabajos en el Salon des Artistes Français algunos espectadores rajaron dos de sus obras con cuchillos y el jurado las retiró de la exhibición, declarando que no cumplía los estándares académicos. La élite académica se había pronunciado: el arte de Rousseau no cumplía los cánones y carecía de la técnica necesaria para pertenecer a su círculo.

Pero Rousseau nunca se dio por vencido. Se alejó del ámbito académico y mostró su obra en el Salon des Indépendants: un salón libre que mostraba a artistas nuevos sin los prejuicios de la academia. La realidad es que su arte no entraba en dichos cánones, aunque en principio éste fuese su deseo, y quizá ahí reside su excepcionalidad.

La perspectiva de Rousseau

El estilo de Rousseau ha sido y aún es tildado de arte naïf, pero actualmente intenta evitarse este calificativo. Marcado por una personalidad infantil y soñadora, Rousseau transforma una pintura de influencia impresionista en un estilo totalmente nuevo y en gran medida, mágico. Su técnica es mínima, puesto que no poseía los conocimientos necesarios, pero transforma esta carencia en una bella virtud: el imaginario rousseauniano; un mundo misterioso, salvaje, de exageradas proporciones, de imposibles perspectivas y de miradas propias de personajes enigmáticos.

Rousseau escogía un escenario cotidiano, sin aparente intención trascendental, y fabricaba una especie de collage añadiendo superficies por cada objeto. Muchas veces los sacaba de fotografías, postales y revistas, y copiaba la escena impregnándole el toque ilusorio característico de su obra llena de escenas antinaturales y simplificadas.

Rousseau Carnaval
Una noche de carnaval. Henri Rousseau, 1886. Expuesto en el salón de los independientes en 1886, mostraba una característica típica de su obra: transformar algo ordinario en extraordinario. Dos figuras intensamente iluminadas que flotan sobre un suelo oscuro se sitúan delante de un bosque. Las siluetas de árboles altos y desnudos se yerguen hacia un cielo iluminado por la luna. Sus trajes carnavalescos inspirados en la Commedia dell’arte hacen que la pareja parezca existir fuera de toda realidad reconocible.

No sin razón, hoy en día muchos le consideran como uno de los padres de las vanguardias artísticas: su alteración de la perspectiva tradicional se verá más tarde como idea básica del cubismo; los colores vivos y las naturalezas salvajes tienen un sabor a fauvismo (incluso los jóvenes fauvistas le aceptaron como uno de suyos exponiendo su trabajo al lado del de artistas como Matisse); sus figuras desproporcionadas e incluso en ocasiones ilógicas nos hacen pensar en tono surrealista…

Rousseau cuarteto
El cuarteto feliz. Henri Rousseau, 1901. Un hombre toca la flauta para una mujer desnuda. Acompañándoles, encontramos un perro y un amorcillo. La música de la flauta despierta la idea de la seducción: cual fauno, el músico hechiza a la mujer a través del sonido. Y una guirnalda de flores entrelaza las figuras, simbolizando el amor y la fidelidad.

Banquetes y cuartetas

Pero qué habría sido de Rousseau sin el cuidado de personajes tan fascinantes como Guillaume Apollinaire, defensor y guía de muchos de los jóvenes artistas de vanguardia que no encontraban hueco en el molde de la tradición artística. Apollinaire le introdujo en el círculo de la bohemia francesa y le relacionó con artistas como los de la llamada “banda de Picasso”. Muchos de estos artistas admiraban su trabajo, pero, en cierto modo, tampoco se libraba de la mofa pública en este ambiente. Dada su evidente y característica ingenuidad era usual que le gastaran bromas: una vez Gauguin le dijo que el gobierno le había premiado con el encargo de una pintura y el inocente Rousseau se presentó en el Ministerio a recibir su dinero e instrucciones. En otra ocasión, uno de sus amigos le envió una falsa carta del presidente de Francia invitándole a cenar. Rousseau asistió a la mansión del presidente y fue rechazado en la puerta. Sin embargo, contó a sus amigos que la invitación fue real, solo que olvidó vestir con ropa formal y le pidieron volver otro día. A pesar de todo y aun siendo objeto de tanta broma, él nunca rechazó a sus compañeros. 

Una de las anécdotas más conocidas de su vida fue el famoso “Banquete de Rousseau”. En el irrepetible Montmartre de 1908, Picasso decidió realizar en su estudio un banquete en honor al ya sexagenario Aduanero. La cálida inocencia del pintor se desentendió de la burla que impregnaba el trasfondo del banquete. Decoraron el estudio con ramas de árbol, se puso un trono en el sitio destinado a Rousseau y en lo alto del mismo lucía una pancarta que decía: “Honor a Rousseau”. La por aquel entonces amante de Picasso, Fernande Olivier, describió en sus escritos el evento:

“Rousseau, llegado ese momento, se instaló, serio y casi con lágrimas en los ojos, bajo el dosel que se le había preparado. […] Hubo discursos, canciones compuestas para esa circunstancia. Rousseau dijo unas palabras que, en su emoción, pronunció atropelladamente. Era tan feliz que durante toda la velada recibió estoicamente sobre su cabeza las gotas de cera de un enorme farol colocado encima de él. Esas gotas terminaron por formar en su cabeza una especie de pequeña eminencia en forma de sombrero de clown que conservó hasta el momento en que el farol se encendió. […] Entonces Rousseau, que había llevado consigo su violín, comenzó a tocar una piececita. Era una delicia de debilidad, de candidez, de enternecedora vanidad. Durante mucho tiempo conservó un emocionante recuerdo de aquella velada, que el buen hombre tomó con la mejor fe por un homenaje que se rendía a su genio. Con ese motivo, envió una bonita carta a Picasso agradeciéndoselo”.

Sin embargo, la sarcástica fiesta se volvió en contra de sus autores. Lo que comenzó siendo una broma sobre el Aduanero, se convirtió en verdadera cortesía hacia su bondad, su inocencia, su imaginación y, especialmente, su pureza. Rousseau, convencido de que había pasado la noche más bonita de su vida, no se alejaba mucho de la realidad. Los solemnes versos que Apollinaire le había recitado aquella noche en forma de cuarteta resumen el verdadero sentimiento que el Aduanero despertaba en las jóvenes almas vanguardistas:

Tú recuerdas, Rousseau, los paisajes aztecas
Los prados en que abundan el mango, el ananá,
Los monos que vertían sangre de las sandalias
Y al rubio emperador que mataron allá.

Rousseau sueño

El sueño. Henri Rousseau, 1910. Una mujer yace desnuda presentándose como Venus en una salvaje escena selvática mientras misteriosos animales la observan entre la vegetación. Y en la mitad derecha del plano, una lejana figura interpreta una melodía exótica. Rousseau nunca había visto la selva, aunque afirmase lo contrario, por lo que mucha de la vegetación utilizada no correspondía realmente a la ubicación de la escena. Por ello, nos presenta aquí su propia selva. Una selva extraída de su imaginación.Un ejemplo de libertad artística

Rousseau se desenvolvió en un París realmente agitado en lo que al arte se refiere: el París del nacimiento de la vanguardia, donde eclosiona el impresionismo y el simbolismo. El París de Monet, de Debussy y del exotismo oriental. El París de las Correspondencias de Baudelaire y de los faunos de Mallarmé. El del salvaje fauvismo impregnado de primitivismo selvático. Poco antes de morir, nace el cubismo con Las señoritas de Avignon. Primitivista y moderno, considerado hoy uno de los primeros artistas vanguardistas del siglo XX, Rousseau devolvió la fantasía al arte moderno y supo encontrar poesía en la cotidianeidad.

Pero, sobre todo, Rousseau es un ejemplo más de libertad ante la restricción artística: pintaba porque quería pintar. Desarrolló su obra sin tener la “necesaria” formación artística, porque ésta era su pasión. En su inocente imaginario, vivió toda su vida pensando en su excepcionalidad.

Y, efectivamente, el Aduanero Rousseau fue un ser realmente excepcional.

Ilustración extraída de The Fantastic Jungles of Henri Rousseau, de Michelle Markel

Bibliografía

  • Recollections of Henri Rousseau, Lives of the Artists, Wilhelm Uhde. Ed. Getty Publications, 2018
  • Rousseau, Cornelia Stabenow. Ed. Taschen, 2001
  • Picasso and Apollinaire: The Persistence of Memory, Peter Read. Ed. Univ of California Press, 2008
  • http://www.theartwolf.com/rousseau_biography_es.htm
  • https://www.ecured.cu/Henri_Rousseau
  • Picasso y sus amigos, Fernande Olivier. Ed. Taurus, 1964
  • Henri Rousseau. Documental de RTVE sobre la exposición de Henri Rousseau en el museo Guggenheim en 2010: http://www.rtve.es/alacarta/videos/guggenheim/guggenheim-20101023-1931/910073/
  • The Power of Art. Documental de Cromwell Productions, 2001: https://www.youtube.com/watch?v=UjYbs1EbJfU

 

[amazon_link asins=’0802853641,842067883X,B00CHQ69PA,8494134248′ template=’ProductCarouselPers’ store=’academiaplay-21′ marketplace=’ES’ link_id=’29dd9baf-0e27-45d5-b749-a94f1036cfa0′]

Scroll al inicio