Godofredo de Bouillón, el héroe de la Primera Cruzada

Godofredo de Bouillón, caballero lorenés de finales del siglo XI, fue uno de los más emblemáticos líderes de las Cruzadas, la serie de expediciones militares que organizó la cristiandad occidental europea durante los siglos XI, XII y XIII en su intento por recuperar Tierra Santa de manos de los musulmanes. Valiente guerrero y devoto creyente, lideró a las fuerzas cristianas en la Primera Cruzada (1096-1099), estableciendo el reino latino de Jerusalén tras la conquista de la Ciudad Santa. Los relatos posteriores inmortalizarían su figura como paradigma de caballero cruzado.

Godofredo de Bouillón. Detalle de una fresco de Giacomo Jaquerio (1420).

Orígenes

Nacido en la ciudad de Boulogne-sur-Mer en torno a 1060, pertenecía a una importante familia de Lorena, región ubicada entre Francia y el Sacro Imperio Romano Germánico. Su padre, el conde Eustaquio II de Boulogne, había servido a las órdenes del duque de Normandía Guillermo el Conquistador, futuro rey de Inglaterra, luchando en la batalla de Hastings (1066), la cual supuso la conquista del reino inglés por los normandos. Por parte de su madre, Santa Ida, era descendiente del rey Carlomagno.

Los primeros años de la vida de Godofredo de Bouillón no están claros y se han visto distorsionados por relatos posteriores. No siendo el primogénito de su padre, Godofredo encaminó sus pasos a la vida militar. Siendo súbdito imperial, sirvió a las órdenes del emperador Enrique IV en las luchas de este contra rebeldes sajones en Alemania y en su conflicto particular contra el Papa Gregorio VII en la Querella de las investiduras. Esta disputa teológica en torno a quien correspondía la potestad de investir obispos, si al poder eclesiástico o al secular, provocó años de conflictos, llegando Enrique IV a saquear Roma en 1084 y desterrar al Pontífice.

Por su lealtad y su participación en estas luchas, Godofredo se ganó el favor imperial, obteniendo en 1087 el título de duque de la Baja Lorena, herencia familiar disputada por otros nobles. Con la ayuda de sus hermanos, los condes Eustaquio III y Balduino, en 1089 consolidó su poder en el ducado. Sería poco después cuando se diese el acontecimiento que hizo que el nombre de este noble del norte de Europa pasase a los anales de la historia: la Primera Cruzada.

«Deus vult!». La Primera Cruzada

El 27 de noviembre de 1095 en un concilio ecuménico celebrado en la ciudad francesa de Clermont, el Papa Urbano II, atendiendo a la solicitud de ayuda del emperador bizantino Alejo I Comneno frente a la expansión del islam, convocó a los caballeros de Europa a tomar la Cruz: marchar hacia el Oriente, combatir en una guerra santa contra los infieles musulmanes y recuperar los territorios de Tierra Santa y la ciudad de Jerusalén, lugar donde había tenido lugar la crucifixión de Jesucristo. Al grito solemne de «Deus vult!» («Dios lo quiere»), el Santo Padre proclamó oficialmente la Primera Cruzada.

El Papa Urbano II predicando la Primera Cruzada en el concilio de Clermont. Ilustración de Gustave Doré (siglo XIX).

Respondiendo a la llamada del Pontífice, miles de caballeros de Europa occidental, principalmente Francia, Alemania e Italia, se comprometieron a unirse a la cruzada. Uno de ellos era Godofredo de Bouillón. Guerrero feroz pero devoto y humilde creyente, Godofredo era el tipo de hombre que debía marchar en la aventura. Al parecer vendió todas sus posesiones y riquezas en la financiación de la expedición. Para los participantes de la cruzada, se convertiría en un hombre respetable del que poder confiar.

Tras los preparativos, acompañado de sus hermanos Eustaquio y Balduino, en el verano de 1096 marchó al frente de una gran hueste a través del imperio germánico y el reino de Hungría, en una lenta marcha de miles de kilómetros, confluyendo junto a otros ejércitos cruzados del sur en Constantinopla, capital del Imperio bizantino.

Mapa de la Primera Cruzada. Fuente: lostemplariosysuepoca.com

Tras meses de choques diplomáticos con el emperador Alejo, quien había exigido a los cruzados que le jurasen lealtad y que todas las tierras por conquistar al islam fueran entregadas a Bizancio, los líderes cruzados, Godofredo incluido, aceptaron someterse y la gran hueste de tropas cruzadas pudo cruzar el Bósforo y marchar hacia Tierra Santa. Tras las victorias sobre los turcos selyúcidas a través de la península de Anatolia con la conquista de la ciudad de Nicea y en la batalla de Dorilea, ambas en el verano de 1097, en el mes de octubre las fuerzas cruzadas llegaron a la ciudad de Antioquía.

Después de un largo y terrible asedio de ocho meses, la ciudad cayó en poder de los cristianos en el verano de 1098. Rompiendo su juramento de lealtad con el emperador bizantino, en Antioquía se fundó un principado independiente bajo el control de Bohemundo de Tarento. Posteriormente se crearon otros estados cruzados a lo largo de la costa del Levante mediterráneo. Esta búsqueda de nuevos señoríos por parte de los líderes cruzados retrasó la continuación de la expedición hacia Jerusalén.

Sitio de Jerusalén

Las discusiones entre los líderes cruzados sobre que pasos tomar fueron arduas, valorándose incluso la posibilidad de poner fin a la cruzada. Sin embargo, en junio de 1099 lo que quedaba del maltrecho ejército cristiano al mando de Godofredo de Bouillón llegó a las puertas de la Ciudad Santa, dominada por los fatimíes de Egipto. Rápidamente empezó el asedio final, en el cual Godofredo jugaría el papel más importante de su vida.

Escasos de todo tipo de pertrechos bélicos, alimento y agua, y con el tiempo corriendo en su contra, la moral de los cruzados se mantenía firme, a pesar de los fallidos asaltos iniciales. La llegada a los puertos del litoral palestino de naves provenientes de la república de Génova dieron aliento a los asediadores. Los barcos fueron desmantelados y su madera reutilizada para construir máquinas de asedio. Esto tuvo un papel decisivo para el asalto final de la ciudad.

Finalmente, tras tres años de lucha, miles de kilómetros recorridos, el sufrimiento más increíble e inmensas pérdidas humanas, la Ciudad Santa de Jerusalén cayó en poder de los caballeros de la Cruz el 15 de julio de 1099. La matanza indiscriminada de los habitantes de la ciudad, tanto de musulmanes como de judíos y cristianos locales, fue brutal, cercana a los 30.000 muertos.

Toma de Jerusalén por los cruzados, 15 de julio de 1099. Obra de Émile Signol (1847).

Defensor del Santo Sepulcro

Con la ansiada conquista de Jerusalén, la Primera Cruzada pudo darse por finalizada, una vez logrado el objetivo. De ese modo muchos caballeros iniciarían el camino de regreso a casa. Pero obtenida la ciudad para la cristiandad, ahora sería necesario conservarla. Tras varias discusiones, frente a los que defendían convertir a la Ciudad Santa en un feudo del Papa, se optó por lo más práctico: el 22 de julio de 1099 se creó el reino latino de Jerusalén.

A pesar de sus objeciones espirituales, Godofredo de Bouillón aceptó convertirse en el soberano del nuevo reino cristiano. Humildemente, se negó a llevar una corona de oro en el lugar en el que Cristo había llevado una corona de espinas y rechazó el título de rey. En su lugar, fue proclamado con el título de «defensor del Santo Sepulcro».

Iglesia del Santo Sepulcro, Jerusalén.

Convertido en un gran héroe para la cristiandad, Godofredo volvió a ponerse al frente del ejército cruzado y marchó al encuentro de un poderoso ejército fatimí que se dirigía a recuperar Jerusalén. Como símbolo espiritual llevaba la reliquia de la Vera Cruz, en la cual fue crucificado Jesucristo, y que supuestamente se había encontrado tras el asedio en la Iglesia del Santo Sepulcro. El choque final se produjo el 12 de agosto en la batalla de Ascalón. Las fuerzas fatimíes fueron completamente derrotadas y huyeron, terminando con la última resistencia musulmana. Así, reino de Jerusalén pudo subsistir.

Muerte y legado

Godofredo de Bouillón falleció en Jerusalén el 18 de julio de 1100, tras casi un año de gobierno sobre la Ciudad Santa. Las causas de su muerte no están del todo claras pero lo más probable es que muriese por fiebres tifoideas. Tras su fallecimiento, fue sucedido en el gobierno de la ciudad por su hermano Balduino. Este, sin contar con los escrúpulos religiosos de su hermano, en seguida aceptó el título real, convirtiéndose así en el primer rey de Jerusalén.

Estatua de Godofredo de Bouillón en Bruselas. Obra de Eugène Simonis (1848).

Godofredo de Bouillón ha pasado a la posterioridad como uno de los caballeros más emblemáticos de la época de las Cruzadas, unido su nombre al de líderes de cruzadas posteriores como el legendario rey de Inglaterra Ricardo Corazón de León, el emperador alemán Federico II o el rey francés San Luis IX. Siendo esta Primera Cruzada la única que verdaderamente pudo cumplir con el objetivo de recuperar (y mantener) los Santos Lugares, la figura de Godofredo mereció una consideración especial. Idolatrado como un representante del ideal de la caballería, su recuerdo y su gesta se propagó e idolatró durante los siglos siguientes como un ejemplo a seguir para los defensores de la fe de Cristo.

Bibliografía

-Álvarez Palenzuela, V.A. (coord.) (2013). Historia Universal de la Edad Media. Barcelona. Ariel.

-Asbridge, T. (2010). The Crusades. The War for the Holy Land. Londres. Simon & Schuster UK, Ltd.

-Heers, J. (1997). La Primera Cruzada. Barcelona. Editorial Andrés Bello.

-Mayer, H.E. (2001). Historia de las cruzadas. Madrid. Editorial Istmo.

-Runciman, S. (1973). Historia de las cruzadas. Madrid. Alianza Editorial.

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