Pere Cardona: «Estados Unidos y Gran Bretaña blanquearon la imagen del georgiano, quien pasó de asesinar a millones de compatriotas a abanderar la lucha antifascista en territorio europeo»

Pere Cardona es un divulgador histórico que lleva más de 25 años recopilando historias relativas a la Segunda Guerra Mundial. Es el creador del portal Historias Segunda Guerra Mundial, un lugar especializado y de referencia para decenas de miles de usuarios. Pertenece al Club Le Carré, un grupo de escritores de novela de espionaje, y colabora con Lee o Muere, un colectivo de autores de novela negra. Es coautor de los libros Lo que nunca te han contado del Día D (junto a Manuel P. Villatoro) y El diario de Peter Brill y Segunda Guerra Mundial: 10 historias apasionantes. También es autor de Osos, átomos y espías. Historias sorprendentes de la Guerra Fría, objeto de esta entrevista.

Pere Cardona. Fuente: Todoliteratura

¿En qué momento se empezó a fraguar el nuevo orden mundial en lo que actualmente conocemos como Guerra Fría?

La Guerra Fría comenzó a fraguarse bastante antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial. En 1917 Winston Churchill ya mantenía una manifiesta postura anticomunista al elevar la ideología bolchevique a la categoría de enfermedad. Stalin, por su parte, aborrecía la figura del inglés desconfiando sobre sus verdaderas intenciones. Debemos recordar que en agosto de 1939, poco antes de iniciarse el inicio, el soviético rubricó el famoso pacto Ribbentrop-Molotov con la Alemania nazi. No sería hasta 1941, tras el ataque germano a la Unión Soviética, que aceptaría unirse al bando aliado. En aquel momento, Estados Unidos y Gran Bretaña blanquearon la imagen del georgiano, quien pasó de asesinar a millones de compatriotas a abanderar la lucha antifascista en territorio europeo. La imagen bucólica de una alianza granítica era fruto de la maquinaria propagandística. Los tres grandes líderes gestaron un compromiso temporal en pos de un objetivo común, la derrota del nazismo.

En esta nueva organización del mundo surgida tras de la derrota del Eje, participaron principalmente tres personajes: Franklin D. Roosevelt, Iósif Stalin y Winston Churchill. Uno de ellos, Churchill, temía que el Imperio británico ya no ocuparía el mismo papel. ¿Era el único con algo más de visión sobre las verdaderas intenciones de Stalin en Europa del Este y en el resto del mundo?

No, no fue el único. Franklin D. Roosevelt adoptó una postura pragmática en el seno de la alianza aliada. Apoyaba al Premier británico, su aliado natural, pero descartó abandonar a la Unión Soviética a su suerte. La caída de Moscú bajo el yugo alemán surtiría de materias primas soviéticas al Tercer Reich. El presidente norteamericano, consciente del peligro, financió el esfuerzo de guerra estalinista mediante la ley de Préstamo y Arriendo. Y no solo eso, Roosevelt mantuvo un compromiso abierto y cercano con su homólogo soviético. Una actitud temeraria denunciada por algunos de sus más cercanos colaboradores, como Averell Harriman o George Kennan quienes recelaban sobre sus futuras intenciones.

Iósif Stalin, Franklin D. Roosevelt y Winston Churchill durante la Conferencia de Teherán, noviembre de 1943

¿Cuál fue la reacción de la Unión Soviética cuando tuvieron constancia de la posesión de la bomba atómica por parte de Estados Unidos en 1945?

La Unión Soviética conocía la existencia de un proyecto nuclear norteamericano desde finales de 1942. En diciembre de aquel año comenzaron a llegar a Moscú los primeros informes obtenidos por los agentes soviéticos desplegados en Estados Unidos. En 1943, los servicios secretos soviéticos se infiltraron en Los Álamos, sede del Proyecto Manhattan, por lo que Stalin conocía la existencia de las bombas atómicas casi desde el principio. La información facilitada por espías como Klaus Fuchs posibilitó el desarrollo del primer artefacto nuclear soviético. Así pues, cuando el presidente Harry Truman le confió el secreto a Stalin durante la conferencia de Potsdam, el georgiano reaccionó con fingido desinterés. Una actitud que dejó perplejos a Churchill y Truman.

Tanto Estados Unidos como la Unión Soviética relanzaron su poderío armamentístico como nunca antes se había visto. ¿En algún momento estuvieron los dos bloques a punto de desencadenar una guerra nuclear a escala mundial?

El momento más delicado se produjo en 1962 con la llamada Crisis de los misiles. En octubre de aquel año, aviones espía estadounidenses U2 fotografiaron instalaciones de proyectiles soviéticos en Cuba. Nikita Jruschov, el líder soviético, desplegó el armamento como respuesta a la fallida invasión norteamericana de Bahía Cochinos. El 22 de octubre, John F. Kennedy, presidente estadounidense, exigió su desmantelamiento y ordenó el bloqueo naval de la isla. En aquellos momentos, una flota militar soviética con destino a Cuba escaló la tensión al ignorar las repetidas advertencias para retirarse lanzadas desde Washington. Por fortuna, seis días más tarde, y tras una ronda de negociaciones secretas, Moscú ordenó el repliegue del armamento nuclear y el regreso de los buques a cambio de la retirada de los misiles estadounidenses estacionados en Turquía e Italia y el compromiso estadounidense de no invadir Cuba.

Instalaciones de misiles balísticos soviéticos en Cuba

Ahora están de moda las películas sobre la temática del espionaje. ¿Qué papel protagonizaron los espías de ambos bandos en la configuración del mundo de la Guerra Fría? ¿Existieron también mujeres espía?

Hablar de Guerra Fría es hablar de espionaje. El papel desarrollado por los espías es fundamental para anticiparse a las intenciones del contrario. En este sentido, su participación resultó clave para la obtención de secretos como la bomba atómica, tecnología de comunicaciones, armamento, etc. Tras la Segunda Guerra Mundial, el trabajo de campo lo solían desarrollar agentes masculinos aunque también existieron mujeres dedicadas al espionaje. Por citar algunas, encontramos casos como el de Elizabeth Bentley, Lona Cohen, la española África de las Heras o Martha Peterson, la primera agente de campo desplegada por la CIA en Moscú, entre otras.

¿Cuál era el destino que le esperaba a un espía que había desertado al otro bando? ¿Y si le descubrían en el desempeño de su actividad?

Bastante aciago. Sobre todo en el caso de los ciudadanos soviéticos acusados de espiar para la CIA. Tenemos casos como por ejemplo el de Adolf Tolkachev, un agente captado por los estadounidenses que pasó información relativa a sistemas de radar y aviónica gracias a su trabajo en un instituto tecnológico moscovita. Tras ser descubierto, fue juzgado y ejecutado por alta traición. Tenemos también el caso de Aleksandr Ogoródnik, otro agente captado por la CIA cuyos informes llegaban directamente al despacho del todopoderoso Henry Kissinger. En el momento de ser capturado ingirió una cápsula de cianuro para evitar ser torturado. En el bando norteamericano, tenemos el famoso caso del matrimonio Rosenberg. En 1953, fueron ejecutados en la silla eléctrica acusados de haber facilitado el secreto de la bomba atómica a los soviéticos. Otros tuvieron más suerte y dieron con sus huesos en la cárcel por una larga temporada. Tal es el caso de Rudolf Abel, un espía soviético capturado en Estados Unidos e intercambiado en el famoso Puente de los Espías por el piloto Gary Powers, prisionero en la URSS. Su historia inspiró el film de Steven Spielberg.

Posiblemente la imagen más icónica de la Guerra Fría sea la del muro de Berlín. ¿Simbolizó de alguna manera su construcción el fracaso de los ideales del comunismo frente al enemigo capitalista?

Su construcción obedeció al incesante flujo migratorio desde la República Democrática Alemana hacia Occidente. Entre 1949 y 1961, el nivel de vida existente en la República Federal Alemana sedujo a 2’7 millones de ciudadanos orientales y situó la economía socialista al borde del colapso. Walter Ulbrich, Primer Secretario del Partido Socialista Unificado, alertó al Kremlin y Jruschov acudió en su ayuda: “Berlín Occidental se ha convertido en una especie de tumor maligno. Si no se extirpa, la situación es tan peligrosa que puede acarrear consecuencias del todo indeseables. Por lo tanto, hemos decidido operar”. La cirugía soviética, lejos reactivar la maltrecha economía, optó por frenar la sangría mediante la represión. En este sentido, la edificación del muro escenifica el fracaso de la doctrina socialista frente a la locomotora occidental.

La supervivencia del régimen cubano, incluso décadas después de la caída de la Unión Soviética en 1991, resulta cuanto menos increíble. ¿Tuvo alguna posibilidad Estados Unidos de derrocar a Fidel Castro? ¿Por qué existía esa obsesión por el líder cubano?

En un primer momento, la isla subsistió gracias al apoyo soviético. El bloqueo estadounidense formó parte de una estrategia destinada a derrocar el régimen socialista y la URSS acudió en su auxilio. Tras su llegada al poder, Fidel nacionalizó empresas telefónicas, expropió grandes extensiones agrícolas e incluso múltiples complejos hoteleros propiedad de familias mafiosas norteamericanas. Estas medidas revelaron al líder cubano como una amenaza potencial y la CIA tomó cartas en el asunto. Según los servicios secretos cubanos, Fidel sufrió 638 intentos de asesinato a lo largo de su vida. Un documento desclasificado por los servicios secretos estadounidenses en 2007 con el sugerente título de “Las joyas de la familia” detalla algunos de estos planes. Con el paso del tiempo, el régimen castrista, arraigado en el sustrato social, logró sobrevivir al propio Fidel.

Fidel Castro en uno de sus famosos discursos

La carrera espacial es otro de los episodios clave de la Guerra Fría. ¿Quién ganó realmente este duelo? ¿Por qué la URSS nunca envió astronautas a la Luna?

En términos deportivos fue una carrera de relevos donde triunfos y fracasos marcaron los tiempos. Podemos hablar de una primera época donde la URSS ganó a Estados Unidos por goleada. Éxitos como el lanzamiento del primer satélite artificial (Sputnik-1), el primer ser vivo (perrita Laika) y los primeros seres humanos (Yuri Gagarin y Valentina Tereshkova) al espacio o la primera caminata espacial (Alekséi Leónov) otorgaron a la Unión Soviética una clara ventaja. Hasta 1969, los estadounidenses ocuparon un discreto segundo plano. Los duros reveses sufridos en su programa espacial (La sonda Mariner 1, el Vanguard TV-3 y el accidente mortal del Apolo 1) toparon con la solvencia del programa soviético. No obstante, aquel año, la NASA enderezó el rumbo y situó a Neil Amstrong sobre la superficie lunar. Un hito que monopolizó la atención mundial e impactó de lleno en los planes soviéticos. Su programas Soyuz 7K-L1 y Soyuz 7K-LOK planearon orbitar y situar a un hombre sobre el satélite, respectivamente. Pero el éxito norteamericano y diversos fallos en los cohetes N1 los condenaron al olvido.

¿Qué impacto tuvo la espantosa muerte de la pequeña embajadora estadounidense Samantha Smith? ¿Cuál es su legado en la actualidad?

En otoño de 1982, Samantha Smith, una niña norteamericana residente en el condado de Maine, escribió al Premier soviético Yuri Andropov tras ver un documental sobre las terribles consecuencias del Armagedón nuclear. Desde su inocencia preguntó si desataría un conflicto atómico y si estaba dispuesto a trabajar por la paz mundial. El Kremlin respondió invitándola a visitar la Unión Soviética para que comprobase en primera persona que sus ciudadanos no querían la guerra. Su viaje puso cordura en medio de una violenta espiral dialéctica entre las dos superpotencias. En palabras de Mijail Gorbachov: “La sinceridad plasmada en la carta […] llamó nuestra atención. En ese momento entendimos que la gente estaba muy preocupada a ambos lados del océano y querían asegurarse de que los líderes de la URSS y Estados Unidos sintieran lo mismo”.

Lamentablemente, tras regresar a Estados Unidos, Samantha falleció en un accidente aéreo. A los pocos meses, su madre impulsó la creación de una fundación que promovió el intercambio escolar entre ambos países, aportando un rayo de esperanza y mutuo entendimiento.

La joven Samantha Smith mostrando orgullosa la carta que recibió de Yuri Andrópov

¿Fue la Perestroika de Mijaíl Gorbachov el principio del fin del régimen soviético?

A finales de la década de los 80, las políticas de trasparencia (Glásnost) y reformas económicas (Perestroika) emprendidas por Gorbachov iniciaron los cambios que desintegraron el bloque comunista. Tras los fracasos cosechados en las cumbres bilaterales celebradas en Ginebra y Reikiavik, el presidente Reagan instó al Kremlin a derribar el muro berlinés. Aquejado de problemas económicos y estructurales, el Kremlin retiró el apoyo financiero y militar a aliados tradicionales como Cuba, Nicaragua o Mozambique. En el caso de Europa del Este, la URSS cejó sus injerencias en países como Polonia, Hungría e incluso la RDA. Esta corriente aperturista, bautizada por el portavoz de asuntos exteriores soviético Gennadi Gerásimov como doctrina Sinatra (“al igual que en su canción A mi manera, cada país decide por sí mismo el camino que debe tomar”), tuteló el desmantelamiento del viejo régimen.

Existen muchos episodios anecdóticos de la Guerra Fría, como el berrinche de Jruschov al no poder visitar Disneylandia, la captura del piloto Gary Powers, el intento de asesinato de Fidel Castro por Marita Lorenz, el salto de Conrad Schumann al otro lado del muro de Berlín, entre otros muchos. ¿Con cuál se quedaría?

Es difícil escoger un único episodio. Todos muestran una parte desconocida de la Guerra Fría. ¿Quién iba a decir que en 1959, Nikita Jruschov, convencido anticapitalista, se enojaría al cancelarse una visita prevista a Disneyland durante su visita oficial a Estados Unidos? ¿O cómo ignorar el primer intercambio de espías realizado en el famoso Puente de Glienicke? Aunque sin lugar a dudas, uno de los episodios más intrigantes de la Guerra Fría lo protagonizó Vitaly Yurchenko, un coronel del KGB que en 1985 desertó ante la embajada estadounidense en Roma y regresó meses más tarde a su país convertido en héroe. ¿Porqué Moscú condecoró a un supuesto traidor? ¿qué escondió su hipotética deserción? La aventura protagonizada por Yurchenko generó más preguntas que respuestas y, a día de hoy, persiste envuelta en un halo misterioso.

Tras la disolución de la Unión Soviética en 1991, Estados Unidos quedó como única superpotencia mundial. Con su principal enemigo fuera de juego, ¿cuál ha sido el papel de la CIA desde entonces?

Es indudable que la nueva realidad geopolítica condiciona el trabajo de los servicios secretos y la CIA no es un caso aislado. Su foco de atención, centrado durante la Guerra Fría en Europa del este o América latina, se ha ampliado a otras zonas de influencia como Afganistán y Pakistán, entre otros. En este sentido, los atentados del 11-S marcaron un antes y un después en la agencia. Eso no quiere decir que descuiden a sus antiguos enemigos. Uno de los casos más mediáticos se produjo durante las elecciones estadounidenses de 2020 cuando un informe desclasificado acusó a Rusia de injerencia en los comicios.

Quizá sea todavía algo descabellado, pero ¿se podría hablar actualmente de una nueva Guerra Fría entre China y Estados Unidos?

Aunque está en la línea, subyacen importantes matices. La desintegración de la URSS resituó el antiguo orden mundial y determinados países como China y realidades de nueva creación, como la Unión Europea, reclaman con insistencia su espacio natural. Si delimitamos el conflicto al terreno de las diferencias ideológicas obtenemos una confrontación como la protagonizada por Washington y Moscú durante décadas. Pero si nos ceñimos a la realidad económica, resulta inadecuado. Pekín no solo lidera la economía global sino que es el mayor tenedor de deuda pública norteamericana. Además, su capacidad productiva inunda la practica totalidad de mercados. En el caso de la economía norteamericana, tras un crecimiento negativo de su PIB (-4,3%) ahondado por la crisis derivada del Covid-19, la Reserva Federal pronostica un crecimiento del 5,9% para este ejercicio. No obstante, el gigante asiático supera con creces estos números con una estimación de 18,3%. Este será, sin lugar a dudas, el nuevo campo de batalla donde cuestiones como el cambio climático y las nuevas políticas comerciales condicionarán las relaciones bilaterales.

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