El día que unos venezolanos asaltaron Curazao

En 1929, un grupo de filibusteros venezolanos asaltó la isla de Curazao con el fin de hacerse con el parque de armas local y lanzar una invasión a Venezuela.

Fuerte Amsterdam en Willemstad, Curazao
Fuerte Amsterdam en Willemstad, Curazao, entre los años 1900-1920. Cortesía de la Biblioteca Nacional de Aruba.

Antecedentes

La dictadura soberana del general Gómez, que había derrocado a Cipriano Castro, hizo que muchos venezolanos se exiliaran. Desde comunistas, anarquistas, intelectuales hasta caudillos con ejércitos de filibusteros conspiraron para derrocar a Gómez. Estas conspiraciones, por supuesto, se materializarían en la forma de expediciones, asaltos e invasiones.

Curazao, como explicará Gustavo Machado, era «refugio de perseguidos». En el caso de Trinidad y Colombia, los refugiados eran internados o expulsados en caso de que emprendieran acciones de protesta política. Dice mucho de la política exterior del General Gómez, muy encaminada a protegerse de amenazas externas.

El Partido Revolucionario Venezolano

El PRV era un partido de tendencia revolucionaria, marxista que había sido fundado en México en 1926 y que tenía apéndices en Curazao y Aruba. Era un partido político clandestino, caótico en su estructura por la falta de organización.

Miembros como Salvador de la Plaza o Gustavo Machado, que se encuentran entre sus fundadores, tenían amplios nexos con la Internacional Comunista. Tal como lo demuestra Caballero (2002), el «Comité del Caribe» fue fundado en Buenos Aires por Gustavo Machado, Salvador de la Plaza y el colombiano Ignacio Torres Giraldo entre los años 1927 y 1928. (pp. 30-31).

Gustavo Machado Morales, en su juventud
Trabajadores venezolanos en Curazao

McBeth (1983) sugiere que en Curazao habían 1.500 trabajadores venezolanos en la refinería de la Shell según información del cónsul H.L. Leyba en 1927.

Eso sin contar los de Aruba, el origen de estos trabajadores era Coro donde la Shell solía reclutar con intermediarios venezolanos. Esto explicaría, de hecho, que los focos revolucionarios fuesen fundamentales en las Indias neerlandesas pero no solo agitadores marxistas estarían entre esos trabajadores, sino agentes de Gómez. El caso de Carlos Malpica. (p. 151).

Ya en 1927, tanto el cónsul Leyba como el general, y presidente de Coro, Argenis Azuaje, aconsejaban cortar el flujo migratorio desde Coro. Era relativamente fácil acceder a Venezuela por medios clandestinos desde Curazao a Amuay y desde ahí a Cabimas, Lagunillas, etcétera. (McBeth, 1983, pp. 151-152).

La llegada de Gustavo Machado a Curazao

Como relata él mismo, llegó a Curazao en mayo de 1929 después de haber estado en Nicaragua. Se alojó en un hotel modesto que daba vista a la bahía de Santa Ana.

Los órganos de propaganda del PRV, y del «Secretariado del Caribe», ante la represión del gobierno local neerlandés comenzaron a difundir el siguiente titular: «¿Manda Gómez en Curazao». Sin duda, el ambiente era tenso y las autoridades coloniales no estaban en condiciones de lidiar con cualquier alzamiento «popular» en Curazao.

Los días diez y once de mayo se discutió el plan de la toma del Fuerte Ámsterdam, principal reducto de las fuerzas coloniales holandesas en la isla.

Protesta, revolución y colaboración

Un antecedente a tomar en consideración es la revolución que intentaron José María Fossi y Rafael Simón Urbina en La Vela de Coro el 24 de julio de 1928. Abortada tras la derrota a manos de las tropas del general Azuaje, presidente de Coro.

La colaboración entre las autoridades coloniales neerlandesas y el gobierno de Juan Vicente Gómez se haría patente con el arresto en Aruba de Urbina y Fossi, alegando el gobierno local que estos intentaban entrar ilegalmente. El cónsul Leyba en octubre de 1928 logró la expulsión de Raúl Fernández, un agitador político, que tenía bajo su comando unos 200 dominicanos.

La preparación y los medios

De acuerdo a Machado, él solo poseía su revólver, la pistola mauser de Urbina, treinta y siete machetes, un hacha grande y dos hachuelas. En pocas palabras, el Fuerte Ámsterdam se vino a tomar a machetazos. Los medios financieros, aunado al control del gobierno colonial, impedían contrabandear armas de fuego.

En el aspecto organizativo, dos manifiestos salieron a luz: uno firmado por Rafael Simón Urbina como jefe militar de la expedición y otro firmado por Gustavo Machado, como secretario general del PRV. En ambos casos, se justificó con retórica marxista haciendo ver los supuestos atropellos de la Compañía Refinadora e incluso proclamas al grito de «Curazao libre».

Aunque los informes locales dieron la ponderación de unos 250 venezolanos, hay que considerar que no todos eran venezolanos. Algunos escritores y testigos oculares como Julian A. Weston, quizás exagerando, llegaron a extender la cifra a 500 venezolanos que «dominaron toda la isla». (de Gaay Fortman, 1940, pp. 170-171).

McBeth (1983), por el contrario, hace estimaciones por ochenta hombres contra veinticuatro militares que servían de guarnición. (p. 153).

La Vanguardia Española sobre los acontecimientos en Curazao
La Vanguardia Española, 11 de junio de 1929, página 37. Titulares relacionados al secuestro del buque Maracaibo, la toma del fuerte Amsterdam en Willemstad, Curazao y la invasión a Coro, Venezuela.

El asalto al fuerte Amsterdam

El día ocho de junio, a las cuatro de la tarde, los rebeldes alquilan dos camionetas y despojan a los conductores, haciéndolos prisioneros en una casa local. Ya cayendo la noche, a las siete, comienzan a distribuirse los machetes entre los hombres de Urbina y Machado.

La primera acción, de la mano de Luvigio Martin, es atemorizar al jefe de la Refinería, lanzar unos disparos y ver como la Refinería es entregada, siendo tomada por los rebeldes venezolanos. Organizados los hombres, van veinte en cada camión.

Toman la primera oficina sin dificultad y aunque los oficiales llegan a levantarse después de un letargo e increpar a los asaltantes, no logran defenderse ni llegar al parque de armas. Los hombres con machete ya se han adelantado en un rápido y quirúrgico ataque sorpresa. Algunos hombres de la guarnición huyeron lanzándose al mar, otros se escondieron y varios murieron víctima de los machetes. El resto, tomados prisioneros.

Machado, refiriéndose a los muertos, dice que la barrera del idioma fue fundamental. De no haberla, muchos soldados neerlandeses hubieran salvado su vida con su rendición.

Vista actual del Fuerte Ámsterdam
El fuerte después de la toma

El asalto había sido cuestión de minutos, con una velocidad relámpago se había controlado. Muchos no pudieron desenfundar sus pistolas. Los rebeldes ya tenían armas, pues se habían provisto de las de la guarnición, con la terrible mala suerte de que todas estaban descargadas, sin cápsulas de munición.

La Policía Militar neerlandesa no tardaría en responder, pues ya varios se encontraban en la entrada de la fortificación. A varios de los hombres de Urbina y Machado se les encomendó la defensa del complejo fortificado con varias de las pistolas que habían arrebatado a los militares, todavía con el problema de conseguir la munición para los rifles de cerrojo.

Consiguen la munición

Aquellos hombres de machete, la mayoría sin conocimiento de pistolas semiautomáticas, vivieron un milagro: el haberse encontrado al capitán Borren, jefe de la guarnición militar de toda la isla. Una simple pregunta, acompañada de pistola y machete, bastó para que el hombre diera la ubicación de los cartuchos y el resto de las armas. Utilizando su llave, terminó por dar acceso a los filibusteros venezolanos.

Dentro de aquella habitación, notan que hay decenas de cartuchos de palo. ¿Por qué de palo? Porque eran salvas para huelguistas o nativos, explicaba el capitán neerlandés. Sólo una caja era de acero, de cartuchos de uso militar.

Si no sabían usar las pistolas semiautomáticas, mucho menos los rifles. El resto de las horas bastaron para darle lecciones a los rebeldes. Hizo más ruido, dice Machado, el entrenamiento que la toma del fortín. Viéndolo desde esta perspectiva, es una expedición que estaba destinada a morir desde el principio a pesar de las favorables circunstancias. ¿Cómo pretenderían enfrentarse a los militares venezolanos que sí tenían formación?

El gobernador Fruytier

Leonard Albert Fruytier era el gobernador de la colonia de Curazao para entonces y su palacio, para su desgracia, estaba ubicado en el mismo complejo del Fuerte Ámsterdam que tomaron los rebeldes. A poca distancia de él, y de su palacio, estaban los revolucionarios filibusteros.

Leonard Albert Fruytier, gobernador de Curazao

El capitán Borren, quien instaba a los escuadrones a deponer sus armas y entregarlas, ya daba indicios del grado de poder que tenían los asaltantes. Sabiendo esto, y sin más opción, el gobernador Fruytier se entregó junto a su comitiva. Los revolucionarios se jactaban de tener a las dos autoridades neerlandesas bajo su poder.

Envalentonados, arrancaron todas las banderas neerlandesas y colocaron la bandera roja.

Rumbo a Coro

A los asaltantes el gobernador les dio la opción de escoger tres buques para, finalmente, dejar la isla y lanzarse a Venezuela. Había un vapor norteamericano, uno neerlandés y otro alemán. Se decantaron por el vapor norteamericano de nombre «Maracaibo».

Al barco partió un grupo que Machado describió como heterogéneo: treinta dominicanos, dos obreros norteamericanos y un rumano de catorce años, algunos nativos de Curazao de origen afroamericano y en gran proporción, venezolanos.

Finalmente, ante la vista de una multitud y de los prisioneros, los rebeldes —ahora fugitivos— zarpaban a Coro, en la costa venezolana. Su misión: derrocar a Juan Vicente Gómez con una expedición revolucionaria.

Juan Vicente Gómez, dictador de Venezuela entre 1908-1935
El desembarco

Los expedicionarios lograron anclar en Venezuela. Todavía tenían como prisioneros a Borren y a Fruytier, ambos aparentemente temían por su vida e increparon a los secuestradores el qué harían con ellos.

Se debatió entre Urbina y Machado el sancionarlos con «justicia proletaria» —Borren era conocido como el Tigre de Ámsterdam por su papel en Indonesia—. Es difícil saber, a estas alturas, quién estaba dispuesto a matarlos y quién no. Lo cierto es que fueron devueltos con vida a Curazao.

Las guerrillas fueron incapaces de organizarse. Entre las bajas más importantes, estuvo Ramón Torres que dirigía la primera lancha expedicionaria que iba a tierra. La muerte de Torres causó desconcierto entre las tropas expedicionarias. El desembarco fue un fracaso, no lograron entrar a La Vela de Coro.

Los combates en la Sierra fueron también mortales, pues los rebeldes se vieron obligados a huir en marcha forzada. No les sirvió por mucho tiempo el refugio en la Sierra. Cada miembro de la expedición que sobrevivió a los combates, incluidos los de Macuquita, tuvo que huir fuera de Venezuela. Esta expedición sería un temprano antecedente a la del Falke, invasión que inmortalizó a Román Delgado Chalbaud-Cardona.

Bibliografía:

  • Caballero, M. (2002). Latin America and the Comintern, 1919-1943. Cambridge: Cambridge University Press.
  • Díaz, P., & Yanes, O. (2010). La verdad sobre el asesinato de Delgado Chalbaud. Caracas: Editorial Planeta Venezolana.
  • De Gaay Fortman, B. (1940). Een Ooggetuige Over Urbina’s Overval In 1929. De West-Indische Gids, 22, 170–174. http://www.jstor.org/stable/41848355
  • Machado, G. (1930). El asalto a Curazao. Barcelona: Imprenta Myria.
  • McBeth, B.S. (1983). Juan Vicente Gómez and the oil companies in Venezuela, 1908-1935. Cambridge: Cambridge University Press.
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