Alemania durante la Guerra Fría, ¿por qué su división?

La repartición de Alemania tras la Segunda Guerra Mundial marcó un hito en la Guerra Fría por tratarse de uno de los centros neurálgicos de Europa.

Alemania
La conferencia de Yalta, o la conferencia de los Tres Grandes. Se puede apreciar a Winston Churchill, Frank. D Roosevelt y a Iósif Stalin en febrero de 1945. El autor de la edición es desconocido.

La conferencia de Yalta determina el futuro de la Alemania en la posguerra

La conferencia entre los países que constituían los tres mayores impulsores del esfuerzo de guerra, y por tanto quienes terminan por sepultar a Alemania nazi, determina la situación de Europa, y no solo de Alemania, en la posguerra.

En consecuencia, los temas debatidos en la conferencia incluyeron el esquema político de la Alemania ocupada, en tanto las zonas de ocupación, y la situación de Polonia así como su inclusión en la esfera soviética por parte de los aliados occidentales.

Es en la conferencia de Crimea, o Yalta, donde se expone la idea de las Naciones Unidas y la asociación de las naciones en la misma a futuro. A su vez, la creación de un Consejo de seguridad que al menos en lo ideal velaría por la seguridad mundial —cuando, en realidad, son asientos reservados a las actuales potencias nucleares con un infame derecho a veto— y de aquí a que en octubre del mismo año, surjan las Naciones Unidas.

Prerrogativas sobre la Alemania ocupada y la integración de Francia

En el documento oficial de marzo de 1945, en cuanto a los acuerdos alcanzados entre los Aliados, se puede leer lo siguiente respecto a la división de Alemania o, por ejemplo, su desmembramiento:

«El Reino Unido, los Estados Unidos de América y la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas poseerán la autoridad suprema con respecto a Alemania. En el ejercicio de tal autoridad ellos tomarán tales medidas, incluido el desmembramiento completo de Alemania, según lo consideren requisito para la paz y la seguridad futuras.» Conferencia de Yalta [Crimea], 1945

Según el mismo documento también se le garantizaría a la República de Francia una zona de ocupación, en razón de compensarle y, a su vez, reconocerle como agente en el esfuerzo de guerra pese a que, por ejemplo, no participó formalmente en la ocupación de Alemania.

La nueva zona sería formada a partir de la zona de influencia angloamericana y la extensión, de acuerdo a lo expuesto, sería resuelta por británicos y norteamericanos consultando al gobierno provisional francés.

Potsdam ratifica los acuerdos alcanzados por los Aliados en Yalta

La conferencia de Potsdam no contaría con la presencia de Franklin D. Roosevelt, pues habría muerto el 12 de abril de 1945. Las diversas reuniones enmarcadas dentro de la conferencia de Potsdam serían entre julio y agosto con Harry S. Truman presidiendo al gobierno norteamericano y representándole en las reuniones. De tal modo que la conferencia tendría como representantes a Churchill (posteriormente Clement Attlee), Stalin y a Truman.

Los nuevos acuerdos provenientes de la conferencia de Postdam incluirían tópicos como la propuesta soviética de la zona internacional de Tánger, las conversaciones para ceder territorios a la frontera occidental de Polonia en compensación por la anexión del territorio oriental a manos de los soviéticos, el traslado de minorías alemanas en países como Polonia, Checoslovaquia y Hungría así como la retirada de los Aliados de Irán. Hubo multitud de temas, pero es importante centrarse en lo concerniente a la ocupación de Alemania.

En la cuestión alemana los Aliados llevan la ventaja: el desconcierto soviético en la posguerra

Los Aliados ratificarían lo acordado meses antes en Yalta, de tal manera que la misión de los Aliados, según los textos oficiales del primero de agosto, sería el desarme y la desmilitarización de Alemania lo que, en todo caso, sería un mito porque no habría lugar de Europa más militarizado que Alemania, el pináculo de las tensiones entre los Estados Unidos y la Unión Soviética para el futuro.

Otros puntos ratificados son la destrucción del Partido nacionalsocialista, lo que en todo caso fue un formalismo absurdo que terminó en letra muerta; la RFA tuvo antiguos nazis rehabilitados en su gobierno y partidos como el Partido nacionaldemócrata de Alemania mientras que la RDA tuvo al Partido Nacional Democrático de Alemania, todos de orientación criptonacionalsocialista.

Alemania, según lo pactado en los acuerdos de Potsdam, sería una unidad económica sin importar las zonas de ocupación pero esto, en la práctica, sería transgredido por el nacimiento de la República Federal de Alemania y luego con el surgimiento, en respuesta, de la República Democrática de Alemania.

Las zonas de ocupación, al final, servirían a los Aliados occidentales —Estados Unidos, Francia y Reino Unido— para la creación de su plataforma política. Pero estos acuerdos, por supuesto, van en la dirección de los de Yalta.

Conrad Schumann fue el primer soldado desertor de la República Democrática de Alemania, cruzando el 15 agosto de 1961 por una sección incompleta del muro a la República Federal de Alemania. El momento fue inmortalizado gracias a Peter Leibing.

Las perspectivas de unidad según las potencias hegemónicas

Los Estados Unidos de América solo veían viable un Estado alemán unificado si era controlado por ellos a plenitud, de modo que pudiera ser integrado a su bloque hegemónico. Y esencialmente el objetivo estadounidense, que queda demostrado con el Plan Marshall y la CECA, es hacerse con el flujo de carbón europeo que solo podía garantizar con una Alemania afín.

En contra de los deseos de integración soviéticos, los Estados Unidos tomaron la iniciativa de integrar todas las partes occidentales del país, que eran las zonas de ocupación francesa, británica y americana, para cohesionarlas en un nuevo Estado, surgido en mayo de 1949, denominado la República Federal de Alemania.

En la posguerra los soviéticos tuvieron una gran desventaja diplomática y los Estados Unidos, así como sus aliados, tenían el músculo suficiente para presionarlos de tal manera que la política de Stalin, en todo caso, fue la de mantenerse cercano a EE.UU y sus aliados para no confrontarlos directamente.

Una Alemania unida, para Stalin, era la opción más lógica para poder cobrar las reparaciones de guerra y las compensaciones industriales por la destrucción causada en la Segunda Guerra Mundial; y con el monitoreo de ambas potencias, Alemania no podría alzarse a futuro como un beligerante.

Lecturas míticas de la Guerra Fría y la cuestión alemana

La República Federal de Alemania determina la división formal de Alemania, que ya no está en simples zonas de ocupación, sino que políticamente se habla de Estados erigidos y, por tanto, de naciones políticamente hablando. La respuesta soviética, por ejemplo, fue bastante lenta y es la razón por la que la República Democrática de Alemania se declara en octubre del mismo año, y no instantáneamente. Los planes soviéticos para una Alemania dividida no estaban del todo claros.

La preocupación de Stalin podría decirse, en torno a Alemania, era en relación a controlar el renacimiento de cualquier poderío alemán y que Stalin requería de la cooperación de Estados Unidos para esto para poder lograr el objetivo de contenerla, siendo innecesario imponer a la ideología como un aspecto determinante de la política exterior soviética —que era realismo político puro, nunca se sostuvo en coherencia ideológica— y por lo tanto habría que despegarse del relato tadicional (Kennedy-Pipe, 1995).

Con el fin de desmitificar Leflerr (1996) sugiere que la visión tradicional de la Guerra Fría es errónea por simplista, en tanto el punto de esa visión en la historiografía es que la Guerra Fría es engendrada por el expansionismo, de carga ideológica, de la Unión Soviética y la relativa lentitud de los Estados Unidos para responder a esa amenaza mundial que era el comunismo (pp. 7- 9) y que debe reinterpretarse porque la historia temprana de la Guerra Fría, por lo menos, es más compleja de lo que se cree.

La postura soviética en torno a la Alemania dividida

Naimark (1995) manifiesta que los círculos del Partido comunista de la Unión Soviética no habían logrado todavía un consenso real sobre la forma en que debía operarse en Alemania. Es decir, al no haber reconciliación entre las posturas, ni un consenso definitivo, estuvo sobre la mesa tanto la Alemania sovietizada (en la parte oriental) y la idea más viable, que era la que al menos quería Stalin, de una Alemania unificada neutral dirigida eventualmente por el Partido Socialista Unificado de Alemania o SED (pp. 465, 24-25, 352) donde no se pudiese, además, percibir ninguna extensión deliberada del comunismo.

Realismo político y la política del socialismo en un solo país

Los soviéticos mostraron interés, según el anterior autor, en el compromiso con los Estados Unidos pero que este último, ni sus aliados, estaban dispuestos a colaborar con la Unión Soviética aún con la buena voluntad aparentemente demostrada.

La postura soviética debe tomarse como ambigua pero también destinada a lograr la supervivencia de su plataforma política e ideológica, la supervivencia de su proyecto. La URSS, al menos viéndolo desde un análisis de la política exterior llevada a cabo, fue conciliadora y buscó, ante todo, la supervivencia. Queda claro con los Estados colchón establecidos y las políticas de seguridad para no repetir cualquier expansionismo contra Europa oriental como el llevado a cabo por el III Reich con beneplácito occidental.

En junio de 1945, Stalin fue directo con Walter Ulbricht, Anton Ackermann, Gustav Sobottka y Wilhelm Pieck advirtiéndoles que se oponía a la división de Alemania. El Partido comunista de Alemania para él, y a efectos del Kremlin, tenía que dedicarse a garantizar la unidad de Alemania —tal como fue la política en China o en España—. La premisa de Stalin era la de una revolución democrática burguesa. Una revolución comunista solo desuniría al resto de sus aliados y causaría temor. (Leffler, 1996, p. 26).

Reparaciones de guerra, el asunto del Ruhr y el temor a una Alemania remilitarizada

El Kremlin aspiraba a tener acceso a las zonas occidentales, muchísimo menos golpeadas así como con mayor industrialización y más de cincuenta millones de alemanes de donde podría extraerse gran mano de obra. Estas cifras superaban a lo que sería en el futuro la parte oriental, y poder beneficiarse de la explotación de la cuenca minera del Ruhr.

El dividir Alemania habría sido un suicidio para los soviéticos (al menos como iniciativa de ellos, pues los forzaron a dividirla), implicaría ceder el carbón, el acero y la metalurgia a quienes deseaban destruirle porque eran, al fin y al cabo, sus enemigos, y tomar riesgos. Siempre y cuando no tuvieran acceso al Ruhr.

Esto, evidentemente, desembocaría en un nuevo Estado alemán desarrollado bajo la cosmovisión de los Estados Unidos y, en esencia, fue lo que terminó sucediendo aunque esta vez estaba regido por las directrices de la Casa Blanca. Pero tanto una Alemania independiente remilitarizada como una Alemania controlada por los Estados Unidos, vía la OTAN, suponían un problema. (Leffler, 1996, pp. 38-39)

El proceso de remilitarización, denominado wiederbewaffnung, termina por ser la adhesión de Alemania occidental a la OTAN y la conformación de la EDC así como desemboca en una serie programas de financiamiento a las bundeswehr de Alemania occidental.

La dialéctica entre la Alemania occidental y la Alemania oriental

La constitución de la República Democrática Oriental fue, tomando en cuenta las acciones de Estados Unidos, una decisión forzada y determinada por los acontecimientos. En todo caso, un duro revés para la política exterior soviética y para su política de no confrontación.

La imposibilidad del Kremlin para enfrentarse directamente contra ellos era conocida por los americanos pero no descartaban la posibilidad, o las posibilidades, de que estos utilizaran a su beneficio todo desorden económico y social.

La política americana en las zonas de ocupación se centró en la inyección de capitales, y en revivir las economías destruidas en la Segunda Guerra Mundial para asegurar una supremacía respecto a la política económica de la izquierda comunista, y en menor plano de las izquierdas más moderadas. La clave eran millones de dólares en materia prima, las minas de carbón y los hornos del Ruhr y Renania. Esto a la larga aseguró la supremacía sobre la RDA (Leffler, 1996, p. 43).

Las reacciones soviéticas a la actitud americana

Es posible que la actitud de Stalin y Molotov, o del Kremlin, haya sido la de reformular la Internacional bajo la Cominform, sucesora de la Comintern, al tomar el Plan Marshall como un intento de aislamiento para la Unión Soviética y la conformación de un bloque en Europa hecho a la americana (Leffler, 1996, p. 45)

Los soviéticos no lograban ponerse de acuerdo con la política a seguir con respecto a Alemania, en tanto si era preferible una Alemania unificada y neutral o si quería sacar de Alemania a los Aliados occidentales pero mantener la división.

El bloqueo soviético, en protesta a los acuerdos de Londres que reducirían gran parte de la deuda, apunta a que estaban valorando la segunda opción pero, aún así, Moscú estaba vacilante y le costaba tomar una decisión.

Stalin y Molotov reiteraron de forma tácita que las restricciones, y el bloqueo, se alzarían si las potencias occidentales repudiaban los acuerdos que habían alcanzado en Londres y si comenzaba a dialogarse sobre una Alemania unida, lo que nunca sucedió (Leffler, 1996, pp. 57-58)

La negativa soviética y la reacción americana

Al final, las negociaciones no avanzaron en lo absoluto porque los soviéticos, a pesar de buscar una Alemania neutral, «sovietizaron» la parte oriental de Alemania y emprendieron una dura represión contra el resto de los partidos.

Los americanos, por el contrario, si alguna vez pensaron en la idea soviética, terminaron por desistir y comprendieron el objetivo de los actos soviéticos como formas de presionarlos con el fin de revertir los acuerdos de Londres.

Nada de lo deseado sucedió, ni el Kremlin fue incluido en conversaciones o acuerdos relevantes. Los dos Estados alemanes fueron desarrollándose paulatinamente bajo sus tutores, siendo el mayor reflejo del mundo bipolar que constituía la Guerra Fría.

Dos cosmovisiones, un proyecto común

Alemania era un tablero, y cualquier decisión sobre ella, repercutiría sobre el resto de Europa. Un claro ejemplo es tanto la Unión Europea, como el actual poderío alemán (el núcleo duro de Europa). Alemania, fuera de si la unidad podía ser posible o no en el momento, significó también la institucionalización de dos cosmovisiones, de dos sistemas; fue la esencia de la Guerra Fría.

Pero si hay algo que admitir es que ambas cosmovisiones, ambos Imperios, tenían el mismo proyecto e implicaba homologar a Alemania, tenerla bajo su órbita y el peor resultado fue el de dividirla; aunque en el caso americano, fue la parte más próspera de Alemania.

Como mínimo, el autodenominado Bloque democrático y el Telón de acero querían hacerse con todo el capital humano, los recursos y todo lo que ofrecía Alemania. No motivaba a ninguna de las potencias la ideología, o simplemente la filantropía, sino la realpolitik y la geopolítica.

La conclusión que extraemos del asunto alemán

La Unión Soviética, cuando menos, quería sus reparaciones de guerra para reconstruir la nación, o más concretamente las naciones adscritas a la Federación, conocimientos científicos con el capital humano extraído de Alemania, uranio, materia prima y garantizar su seguridad evitando una segunda revitalización de Alemania.

Los americanos, por su parte, tampoco deseaban un poder independiente alemán que pudiera rivalizarles, aunque contribuyeron a la actual equidistancia de Alemania respecto a ellos pero atándoles con instrumentos como la OTAN.

EE.UU deseaba los recursos de la cuenca del Ruhr y los del Rin, deseaba la reconstrucción de Europa a toda costa para moldearla a su imagen y semejanza así como frustrar cualquier influencia soviética. Lo lograron.

De cualquier manera, tanto americanos como soviéticos desearon, o contemplaron la opción, de una Alemania unida que les sirviera en sus respectivas órbitas pero era, cuando mucho, el objetivo más difícil tomando en cuenta que Alemania estaba dividida en zonas de ocupación.

Pero ciertamente la opción de una Alemania unida, según la evidencia y los documentos oficiales, era una realidad para ambos bloques hegemónicos.

Bibliografía:

  • Kennedy-Pipe, C. (1995). Soviet Strategies in Europe, 1943 to 1956. Manchester: Manchester University Press.
  • Leffler, M.P. (1996). The Struggle for Germany and the Origins of the Cold War. Washington D.C: German Historical Institute.
  • Naimark, M. (1997). The Russians in Germany: A History of the Soviet Zone of Occupation, 1945-1949. Cambridge: Harvard University Press.
  • Shlaim, A. (1985). The Partition of Germany and the Origins of the Cold War. Review of International Studies,11(2), 123-137. Retrieved April 7, 2020, from www.jstor.org/stable/20097039
  • Stivers, W. (1997). The Incomplete Blockade: Soviet Zone Supply of West Berlin, 1948–49. Diplomatic History,21(4), 569-602. Retrieved April 7, 2020, from www.jstor.org/stable/24913337
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