Recibe el nombre de Dinastía Antonina aquella que ostentó el poder en el Imperio desde el año 96 hasta el 192. Se trata de la dinastía más larga, con una duración total de 84 años de gobierno.
Sus cinco primeros emperadores son conocidos como los Cinco Emperadores Buenos, presumiblemente por la gran labor que llevaron a cabo en términos de gobernabilidad, justicia y ciudadanía. fue una época de esplendor, una edad dorada.
La dinastía se conoce por Antonina por uno de sus miembros, Antonino Pío. El nombre de los 5 emperadores buenos fue propuesto por Maquiavelo y promocionado por el historiador Edward Gibbon.
Quizá fue la elección de un buen sucesor lo que permitió a los antoninos mantenerse en el poder de forma estable y manejar el Imperio de forma eficiente. Hay que recordar que el título de ‘Imperator‘, en un principio no tenía derechos hereditarios y no tenía por qué traspasarse de padres a hijos como ocurre en las monarquías, sino que eran los emperadores quienes designaban a su sucesor. Los cuatro primeros emperadores de la dinastía no tuvieron descendencia masculina en el momento de su muerte. Cuando el quinto emperador (Marco Aurelio) designó como sucesor a su hijo (Cómodo), comenzó la decadencia. En cualquier caso, estos son los Cinco Emperadores Buenos que hicieron historia:
Nerva | 96 – 98
Marco Coceyo Nerva llegó al poder a la avanzada edad de 65 años, pero siempre llevó una vida dedicada al servicio del Imperio, anteriormente dirigido por Nerón, Vespasiano, Tito y Domiciano.
La lealtad que profesó a la dinastía Julio-Claudia le valió el consulado en dos ocasiones.
Tras el fallecimiento de Domiciano, el Senado nombró emperador a Nerva, que juró trabajar en pos de la restauración de los derechos civiles abolidos o ignorados durante el periodo anterior a su gobierno.
No obstante, una vez en el puesto, Nerva tuvo que enfrentarse a grandes problemas financieros, así como a sus dificultades personales para dirigir las tropas militares.
Nerva falleció en el año 98, y fue el primero en romper con la tradición de buscar a un sucesor en un familiar directo. Por el contrario, eligió a su hijo adoptivo para el cargo: Trajano.
Trajano | 98 – 117
Marco Ulpio Trajano, sucesor elegido por Nerva y de origen hispano, alcanzó el poder a la muerte de éste.
Ha pasado a la historia por la gran labor que llevó a cabo para reformar la ciudad de Roma, construyendo y rehabilitando los edificios de uso público. Su legado es aún visible en los grandes monumentos que han perdurado en el tiempo, como la Columna Trajana o el foro de Trajano.
Durante su gobierno llevó a cabo múltiples campañas de expedición y conquista. Conquistó Dacia y continuó por el este hasta el reino nabateo. Las fronteras del Imperio aliaron su máxima extensión durante su mandato.
Su última gran campaña llegó tras un periodo de paz en el Imperio. El objetivo era Partia, y llegó a la ciudad de Susa; alcanzando así la máxima extensión que poseyó el Imperio.
Fue en esta última campaña cuando Trajano contrajo una enfermedad que le condujo a la muerte. Fue deificado por el Senado y le sucedió su pupilo Adriano.
Adriano | 117 – 138
Publio Elio Adriano se alzó en el poder con el fallecimiento de su tío y predecesor, Trajano. Al igual que Trajano era de origen hispano.
Debido a la temprana muerte de su padre, Adriano recibió una educación pulcra y amplia de la mano de su abuelo, senador del Imperio.
Gracias al entorno hispano que adquiría fuerza en el gobierno, y al apoyo de sus familiares, la carrera política de Adriano fue rápida y gloriosa.
Acompañó a su predecesor a la guerra dacia y pronto fue nombrado gobernador de Siria.
Hoy es conocido por sus grandes viajes. Adriano gobernó una veintena de años en el Imperio, pero solo estuvo ocho residiendo allí. Viajó durante toda su vida, y visitó todas las provincias.
Gracias a sus viajes fundó numerosas ciudades y ofreció protección y restauración a otras. Durante su gobierno se llevó a cabo la Segunda Guerra Judía (132 – 135).
Antonino Pio | 138 – 161
Su nombre de pila era Tito Aurelio Fulvo Boionio Arrio Antonino, y sus parientes habían ostentado cargos relevantes en el gobierno antes que él.
Una vez en el gobierno, uno de sus primeros objetivos fue conseguir que el Senado concediese honores divinos a su predecesor Adriano, pese a que previamente se habían negado a ello. Fue gracias a estos esfuerzos que recibió el sobrenombre de Pío.
Durante su reinado promovió las artes y las ciencias, y mandó construir templos, teatros y mausoleos. Decidió otorgar un sueldo y grandes honores a aquellos que ejercían la profesión de maestros en el arte de la retórica y la filosofía.
A excepción de algunas etapas, su gobierno fue pacífico y cultivado.
Su estilo de gobierno ha sido elogiado a lo largo del tiempo, debido en parte a la ardua labor de dirigir las crisis sucedidas en su gobierno sin tener que salir de Italia.
Marco Aurelio | 161 – 180
Era el hijo adoptivo de Antonino, y su nombre completo era Marco Aurelio Antonio Augusto. Se le considera el último de los Cinco Emperadores Buenos, pues tras él vino una serie de etapas violentas y convulsas en el Imperio.
Su educación se fraguó en un entorno culto, de la mano de grandes filósofos. Se dice de él que cultivó el estoicismo, llegando a dormir sobre el suelo y alimentándose una sola vez al día.
Marco Aurelio tuvo una estrecha relación con Adriano, que otorgó el gobierno a Antonino con la condición de que éste le sucediera en el poder.
Fue un gran gobernante, y dedicó tiempo y esfuerzo al gobierno del Imperio, a excepción de los ratos que reservaba para escribir sus pensamientos.
Pese a que poseía un gran sentido de la justicia e intentaba llevar el gobierno de un modo pacífico y equitativo, Marco Aurelio tuvo que enfrentarse a múltiples ataques bélicos.
Tras haber pasado doce largos años en la guerra, el emperador estaba agotado y enfermó.
Marco Aurelio designó como su sucesor a su hijo Cómodo, uno de los peores emperadores de la historia de Roma.
Con la muerte de Cómodo acaba la edad dorada y desaparece la dinastía Antonina y se da paso a un gobierno inestable caracterizado por los múltiples ataques que tuvo que soportar el Imperio por parte de sus enemigos en sus fronteras.
