4 lugares para entender la belleza del río Tajo

Desde su nacimiento en Fuente García, en la provincia de Teruel, hasta su desembocadura en el fastuoso estuario de Lisboa, el río Tajo, en sus más de 1.000 kilómetros por la península ibérica, ofrece una diversidad paisajística observable en muy pocos ríos europeos, respaldado por un peso histórico de vital importancia. En cuatro enclaves españoles de obligada parada, al margen de los numerosos paisajes que aglomera, se puede contemplar y admirar la estética de sus vegas, su riqueza natural y su importancia en el transcurrir de los pueblos castellanos, proponiendo una experiencia única a locales y visitantes que se acercan a disfrutar de sus orillas.

Región del Alto Tajo

El conjunto de hoces y gargantas aguas arriba de Ocentejo conforman un espacio único desde el punto de vista natural y paisajístico, cuyo origen geológico se remonta al encajonamiento del Tajo en los páramos calizos que conforman la Rama Castellana del Sistema Ibérico. Prueba de ello lo podemos encontrar en el Hundido de Armallones, un espectacular paisaje cuyos bloques calizos desprendidos mantienen relación con el terremoto sucedido en Lisboa en el siglo XVI, tal y como señalan las referencias históricas. Peralejos de las Truchas, Poveda de la Sierra, Ocentejo, Checa, Peñalén, Taravilla o Zaojeras, entre otros municipios, agrupa un conjunto histórico que aportó a la cultura castellana, hasta la construcción del embalse de Entrepeñas en 1954, uno de los patrimonios inmateriales más importantes del río Tajo: los gancheros y sus maderadas, un ingenioso sistema de transporte fluvial de troncos, principalmente de Pinus nigra y Pinus pinaster, gobernado por una campaña de gancheros dirigidos por un cuadrillero, que descargaban en las localidades de Toledo y de Aranjuez; tradiciones que inspiraron la obra literaria “El río que nos lleva” del escritor catalán José Luis Sampedro. A las limitaciones evidentes de conformación de amplias vegas, el Alto Tajo ofrece una vegetación de ribera exuberante, conformada por grandes extensiones de sauces (Salix eleagnos) que se intercalan con un gran número de mimbre rojo (Salix purpurea), Populus nigra o Populus tremula. También se puede observar un gran número de especies rupícolas aprovechando la existencia de grandes farallones. Desde el punto de vista avifaunístico, la región ofrece a los amantes de la Ornitología un espacio protegido de gran interés, avalado por la presencia de rapaces como del buitre leonado (Gyps fulvus), el alimoche (Neophron percnopterus), el águila culebrera (Circaetus gallicus), el águila real (Aquila chrysaetos), el águila calzada (Hieraaetus pennatus), el águila perdicera (Aquila fasciata) o el halcón peregrino (Falco peregrinus).

Aranjuez

El río Tajo, a su paso por la Comunidad de Madrid, ofrece un espectacular mosaico estético y paisajístico reflejado en el Bosque y Real Sitio de Aranjuez. La recreación de un espacio palaciego y de ocio real en un entorno caracterizado por la aridez de los territorios del interior castellano refleja la singularidad de la vega del Tajo en este espacio. La actual trama paisajística y agraria de la vega del Tajo en Aranjuez responde a cuestiones históricas, que se remontan a la creación de los célebres paseos arbolados de grandes plátanos de sombra (Platanus orientalis), chopos (Populus sp.) o tilos (Tilia sp.) que se articulan radialmente en torno a la plaza de las Doce Calles, y que se unen a otros paseos históricos como el de Legamarejo o el de las Huertas de Pico Tajo. Su fantástica infraestructura hidráulica se concentra principalmente en el azud de El Embocador, construido en el año 1535 durante el reinado de Carlos V, y de la que parten los canales históricos de Las Aves, Caz Chico y La Azuda, cuya finalidad era el riego de la vega y de la Real Yeguada ubicada en la Casa de la Monta; y la presa de Valdajos, cuya primera cita se remonta al año 1493, de la que parte la Real Acequia del Tajo. También se puede observar, a la entrada del municipio desde Madrid, el acueducto de La Montaña, una antigua infraestructura del siglo XIX de la que solo se conserva parte de éste y una rueda hidráulica restaurada. Estos elementos paisajísticos e hidráulicos coexisten con los célebres y mundialmente famosos Jardines Reales de Aranjuez, cuya configuración se remonta al reinado de Fernando VI, pero con grandes modificaciones posteriores por Juan de Villanueva o Pablo Boutelou. Sin lugar a dudas, elementos que refuerzan la identidad cultural del bello paisaje de sotos y riberas del Tajo en Aranjuez.

Toledo

El río Tajo, a su paso por la ciudad imperial, ofrece una de las mejores panorámicas para cualquier visitante que quiera conocer Toledo. La belleza de este tramo paisajístico radica en la excavación del río en las rocas metamórficas de la Meseta Cristalina de Toledo, ofreciendo un meandro singular de enorme belleza geomorfológica y paisajística. Al margen de la extraordinaria riqueza histórica heredada en la ciudad de Toledo, el río Tajo en este tramo también ofrece un conjunto arquitectónico e hidráulico de gran valor, concentrado principalmente en su pasado molinero. Se pueden observar un total de catorce molinos entre los azudes La Safont y Azumel, como el Molino de Saelices, el Molino del Hierro, el Molino de Nova o el Molino de la Cruz. En la actualidad, ninguno de este conjunto molinero se encuentra en funcionamiento, pero su aprovechamiento se remonta al siglo IX según diversas crónicas árabes. En algunos casos, los molinos han sido transformados en pequeñas centrales hidroeléctricas. Sin lugar a dudas, el significativo peso histórico del Tajo en Toledo recae sobre sus puentes. En el extremo oriental, el Puente de Alcántara mantiene orígenes romanos de la fundación de Toletum, conformándose un enclave de comunicación entre Emérita Augusta (Mérida) y Cesárea Augusta (Zaragoza). Ha sido protagonista de numerosas reformas y restauraciones, destacando la del siglo X por parte del alcaide Mahomat Alamerí y la llevada a cabo por Alfonso X “el Sabio” tras una potente riada a mediados del siglo XIII. De ese mismo siglo se puede contemplar su torreón, reformado posteriormente por los Reyes Católicos con fines militares y económicos. En el extremo occidental, el Puente de San Martín, de estilo mudéjar y cuyo origen se remonta al siglo XIII, también experimentó destacadas restauraciones como la del arzobispo Pedro Tenorio en el año 1390 y su ensanche en el reinado de Carlos II. Un siglo después, el puente fue pavimentado.

Parque Nacional de Montfragüe

En la confluencia de los valles del río Tajo y del río Tiétar, el bosque mediterráneo ibérico alcanza su mayor grado de espectacularidad paisajística, amparado por una riqueza natural única en Europa. Al igual que en la región del Alto Tajo, la presencia de vegas es escasa, presenciando grandes extensiones de alisos (Alnus glutinosa), sauces (Salix salviifolia), fresnos (Fraxinus angustifolia) y chopos (Populus sp.) que acompañan a la dehesa tradicional de encinares (Quercus ilex) y alcornoques (Quercus suber). Monfragüe es un punto de encuentro para todos los amantes de la observación de aves, entre las que se encuentra el buitre leonado (Gyps fulvus), el buitre negro (Aegypius monachus), el águila real (Aquila chrysaetos), el águila imperial ibérica (Aquila adalberti), el alimoche (Neophron percnopterus) o la cigüeña negra (Ciconia nigra), generalmente en los gigantescos cortados verticales del Salto del Gitano y la Portilla del Tiétar. A su singularidad natural, hay que añadir la estética de sus serranías, salpicadas por el transcurrir de la Historia, tal y como lo demuestra el Castillo de Monfragüe, una fortaleza árabe construida en el año 811 sobre asentamientos defensivos celtas y romanos que fue conquistada y modificada por los cristianos tras la conquista de Alfonso VIII de Castilla. En el interior, la ermita de Nuestra Señora de Montegaudio da cobijo a la célebre Virgen de Monfragüe, de talla bizantina, y cuya leyenda nos lleva a las mismas puertas de Jerusalén, de la mano de los caballeros cruzados de la Orden de Monte Gaudio, de origen aragonés, que la trajeron hasta la encomienda de Monfragüe. A sus pies, las Cuevas del Peine y de los Murciélagos evidencia el carácter ancestral de Monfragüe, cuyas pinturas rupestres prehistóricas pueden ser visitadas salvo para aquellas personas que padezcan de vértigo, ya que es necesario acceder a éstas mediante una ladeada escalera. Sin lugar a dudas, un escenario histórico único que salvaguarda desde las alturas el río Tajo.

Bibliografía

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